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Date :  2003-04-01
langue :  Espagnol
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¿Enseñanzas de la Shoah?

Source :  Silvana Rabinovich


Cuando nos ponemos solemnes y moralistas, queriendo determinar las “enseñanzas” de un acontecimiento histórico, suelen escaparse muchos aspectos y lo dicho tiene resonancias incalculables.

Por ejemplo, solemos hacer alusión a las “enseñanzas” que nos deja la historia, en acontecimientos dolorosos como la Shoah (inadecuadamente llamada “Holocausto” (1)
. Pero no queda claro quién aprende ni qué se aprende. Bienintencionadamente aludimos a tantos “nunca más” sin reparar en que lo que se transmite se escapa de nuestras buenas intenciones y se repite. Y no basta con cerrar el caso alegando que nada se aprendió, ni mucho menos pensar que todo sigue igual: hay diferencias considerables entre acontecimientos pasados y presentes, y es obsceno declarar competencias de dolores y masacres para determinar cuál es el “verdadero holocausto” (si el indígena, el semita judío o el semita musulmán). Se trata de aguzar el oído para escuchar insistentes resonancias. Repeticiones, en el sentido de corrimientos, a veces tenues y otras de forma marcada, familiaridades que resuenan en pequeños eufemismos cotidianos a los que prestamos despreocupadamente nuestros oídos cuando escuchamos cada vez con más insistencia -en boca de diversos políticos- términos clave vaciados de sentido como “democracia”, “derechos humanos” o “libertad”.

La sospecha ante los hurtos eufemísticos sufridos por el discurso político se volvió insoslayable con esta invasión de la potencia armamentista más amenazadora del globo que se da en llamar “Operación libertad para Irak”. El lenguaje explota porque –como algunas organizaciones sociales en México- ya “no aguanta más”: el peso de la mentira lo doblega. Siente nostalgia por el sentido y encuentra desmayados los sentidos. Habría una larga lista de eufemismos que en los últimos días se pusieron a gritar el robo de la palabra (por citar sólo algunos: se llama “liberación” a la invasión, “desarme” es el rearme recrudecido que cambia la disposición en este tablero de juego que para algunos es el mundo, “bajas civiles” son los innumerables muertos, “reconstrucción de Irak” es la pequeña “penitencia” prometedora de cuantiosas ganancias que se ponen los piratas a sí mismos luego de haber saqueado y destruido, “asegurar” –por ejemplo el puerto de Umm Qasr, aunque también el canal 40 de México- significa sitiarlo). Los nazis tampoco gustaban de decir “cadáveres”, preferían llamarlos Figuren. La contradictio in adjecto reluce en la desconcertante expresión “fuego amigo”, que, junto a los “errores” cuenta en su haber con un número de muertos que no cesa de crecer. Expresiones como “ayuda humanitaria” o “esperanza” son eructadas a cada instante por la voracidad del monstruo mediático.

El discurso médico se presta una vez más a la complicidad mutua con el discurso militar: vemos por televisión (en imágenes de Nintendo) ataques “quirúrgicos” con los que –si todo sale “bien”- lograrán cercar y eliminar un “cáncer” social, del que al igual que la enfermedad, se ignora qué es pero –la arrogancia no tiene fin- no duda en ponerle nombre: se le llama “terrorismo”. En un pretendido saber que se limita a reconocer lo semejante, aquello que es diferente provoca temor. El miedo –tan unidimensional como la ignorancia que se ignora como tal- decide eliminar a ese otro del que no logra entender nada y el efecto de boomerang es devastador: lo diferente que parecía amenaza tan sólo en la imaginativa ignorancia responde con violencia, y a su manera despliega su inexplicable alteridad de manera brutal. Guerras que se pretenden “santas” de ambos lados, lo único que dejan claro es la imposibilidad de aceptar la perplejidad provocada por el otro. Metáfora tramposa: en lugar de ser “saneado”, el tejido político mundial se engangrena. Algo de eso hay en ciertas cirugías “erróneas” que buscando extirpar lo desconocido producen daños letales. ¿Qué se aprende? ¿Quién aprende? ¿Qui sapit? ¿Y si en esa duda, en el “quizás”, en lugar de su temeraria debilidad, nos permitiésemos aceptar la condición humana? Un militar argentino (2) declaró que “la duda es una jactancia de los intelectuales”. En boca de la fuerza bruta, la fragilidad se explica como jactancia… He aquí otro caso de palabra robada.

Hay una expresión eufemística que estremece por su horrorosa familiaridad con lo sucedido seis décadas atrás en Europa. En tiempos de este armisticio con cara de sitio que hasta ahora se dio en llamar “paz”, existía un programa –muy resonado- conocido como “petróleo por alimentos”. En estos días vuelve a sonar en voz de ese otro eufemismo llamado “Naciones Unidas” como la posibilidad de salida del panorama de horror, pauperización y muerte sembrado cotidianamente por una guerra que dice cumplir con los manuales del “savoir faire”. Pero no nos engañemos: “petróleo por alimentos” en estos días significa que la víctima se autofinancia. El historiador Raúl Hilberg lo explica claramente en la película de Claude Lanzmann llamada Shoah: la máquina de muerte durante la segunda guerra mundial estaba planeada de tal manera que no producía gastos (más bien se trataba de ganancias: las mismas víctimas proveían el oro y los bienes que financiaban sus propios traslados en tren hacia los campos de exterminio, además de las fábricas de jabón y otros “productos” derivados de los cadáveres y de la mano de obra esclava). He aquí que esta guerra, a la vez que busca “remediar” una de las advertencias maltusianas –al reducir el sector de la población que para algunos se presenta como indeseable (pero que prefiere darle el apelativo de “amenaza”)- constituye un robo a plena luz del día: el petróleo de los iraquíes va a financiar su propia destrucción. Pero como hablábamos de resonancias, no nos quedemos satisfechos reduciendo a la guerra en asesinato y saqueo ni al renombrado tema del petróleo (las explicaciones funcionales en la historia acallan las perplejidades que ocasiona el rostro siniestro de lo humano): en el autofinanciamiento de la víctima resuena monstruosamente el odio por el otro.

En un texto titulado “Reflexiones sobre la mentira” Alexandre Koyré se refiere a la circulación de la mentira en un régimen totalitario. Insistimos en que no se trata de reducir la globalización a totalitarismo -pero como Etienne Tassin sugiere (3) -, sí habría que pensar en los alcances de un cierto “globalitarismo” economicista que impide una mundialización de verdaderos alcances políticos. Koyré alude en su lúcido ensayo a la “conspiración a la luz del día”, una mentira en segundo grado: Hitler anunció públicamente su programa porque sabía que no iban a creerle, (casi nadie corrió a las urnas en los Estados Unidos para ponerle un límite a la legitimación de la sed de sangre buscada por Bush). El mecanismo de la conspiración a la luz del día caracteriza a los regímenes totalitarios (permitámonos decir en este caso “globalitarios”) que según el autor: “no son otra cosa que esas conspiraciones, salidas del odio, del miedo, de la envidia, alimentadas por un deseo de venganza, de dominación, de rapiña; conspiraciones que (…) triunfaron parcialmente: que han logrado imponerse en sus países, que lograron conquistar el poder, apoderarse del Estado. Pero que no lograron –todavía no- realizar los fines que se propusieron y que, por eso mismo, siguen conspirando” (4) . Y lo hacen a través de los medios: he aquí otra “enseñanza” que no llamamos así, pero que tiene muchos aprendices, se trata de la legada por Goebbels. Pero el aprendiz supera al maestro: los “ataques quirúrgicos” buscan blancos que impidan todo tipo de comunicaciones (incluso las que permitan llamar a las ambulancias). Koyré tiene esperanzas cifradas en la democracia, nosotros, que asistimos al uso eufemístico de esa palabra, debemos ser más cautelosos con dicho optimismo.

Hay una peligrosa lógica binaria (y unidimensional) del lado de los partidarios de la guerra, sin lugar a dudas, pero lamentablemente también de parte de muchos entre quienes se le oponen y lo manifiestan públicamente. Si bien los primeros de forma caricaturesca denostan al otro como “eje del mal”, los segundos no siempre resisten a esa obtusa tentación de satanizar al diferente. ¿Podremos alguna vez entender que la sangre del otro no limpia la sangre propia? En el cúmulo de muerte y hedor de este mundo, los que queremos la paz no debemos buscarla en el camino de la eliminación del otro, aún cuando su gobernante sea un asesino y cuando su presencia nos irrite. Tengamos cuidado: Koyré advierte que la antropología totalitaria “no admite la existencia de una esencia humana una y común a todos. Entre un hombre y ‘otro hombre’ la diferencia no es, para ella, una diferencia de grado, sino de naturaleza”. Huelga decir que la cruzada globalitaria responde a esta antropología, pero lo que a mí me preocupa es que entre las filas de la protesta pacifista recorra el siniestro reflejo de esa misma concepción de lo humano. Tal vez, dando un paso en dirección a la ética heterónoma, no se trate de pensar en términos de identidad con el otro (y la consecuente diferencia de grado) sino de reflexionar seriamente en torno a la alteridad constitutiva de lo humano. Tomar en serio el célebre “je est un autre” de Rimbaud y poner en cuestión la lógica (binaria) de lo mismo, alérgica ante el otro.

Para resumir, la historia aporta múltiples enseñanzas: mientras a los bienintencionados les hace pensar que no se repetirán errores, a los cínicos les da ideas para modernizar la eliminación del otro, pero es necesario que a quienes (en un gesto benjaminiano) críticamente tratamos de pasar por la historia “el cepillo a contrapelo” nos obligue a aguzar el oído para no permitir que se arraigue de otros modos el mismo odio por el diferente. Y aguzar el oído, como dice W. Benjamin (5) , significa no ver: cerrar los ojos ante lo espectacular y resistirnos al robo de la palabra que tiene lugar en el discurso político hoy. Es necesario callar por un instante, despertarnos de la anestesia que suspende nuestros sentidos al ocultar el sentido del discurso político que se encuentra cautivo. Es responsabilidad de cada uno de nosotros no dejarnos arrebatar por un activismo voluntarista sordo y cómplice del horror: la tarea es urgente, se trata de rescatar al lenguaje político de su largo cautiverio y echar a volar las palabras en toda su potencia, prestando el oído, esto es dándole al otro la palabra.

Notas

(1) Se trata de destrucción y aniquilamiento, no hay “sacrificio”. Pero la arrogancia no tiene límites y en lugar de reconocer la perplejidad ante lo distinto, se apresura a darle nombre.
(2) El coronel Aldo Rico, quien curiosamente se integró al régimen “democrático” y ejerce un cargo en el gobierno de la provincia de Bs. As.
(3) Cf. Artículo salido en la versión de internet del periódico Libération, ligada al GERM.
(4) Koyré, A.- “Reflexiones sobre la mentira” en suplemento “La mancha” de Revista Nadja, Rosario, agosto 2001, p. 19
(5) Cf. Carta a Scholem sobre Kafka, del 12-6-38 en W. Benjamín-G. Scholem Correspondencia 1933-1940, Taurus, Madrid, 1987


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