Sandra Polaski
La desigualdad es el principal desafío de nuestra era. Las raíces de la desigualdad son complejas y, en cierta medida, dependen de fuerzas globales, pero también reflejan nuestras decisiones políticas. En uno de los capítulos de su último libro “La gran brecha”, Joseph Stiglitz resume esta idea: “La desigualdad es una opción”.
La investigación reciente de la OIT, el FMI y otras instituciones demuestra que la desigualdad, además de producir injusticia y división social, perjudica el crecimiento económico. Por ejemplo, la OCDE hace poco estimó que las crecientes desigualdades en Europa han mermado casi 5 por ciento del crecimiento económico de la región durante los últimos años.
A principios de este mes, la reunión de ministros de Trabajo del G20 en Ankara, Turquía, tomó la decisión correcta cuando expresó un firme compromiso para estimular el crecimiento y el empleo y reducir las desigualdades. Luchar contra las desigualdades y crear mejores empleos contribuye a la construcción de sociedades más inclusivas y a generar un crecimiento económico más robusto.
En algunos países, la magnitud del aumento de la desigualdad es alarmante. Por ejemplo, en Estados Unidos entre 1979 y 2007, casi la mitad del total de la renta nacional fue a parar a manos del 1 por ciento de los estadounidenses más ricos. En Europa, el 10 por ciento de la población con mayores ingresos (salarios y capital) percibe el 35 por ciento de la renta nacional.
Una de las principales causas de las crecientes desigualdades es la disminución de la proporción del PIB total que se destina a los trabajadores a través del pago de nóminas y prestaciones. Además del desempleo y el subempleo, una desaceleración significativa del crecimiento de los salarios en la mayoría de los países avanzados y emergentes del G20, es responsable del descenso de la participación del trabajo en la renta nacional.
La desigualdad no es inevitable
La desigualdad es un problema difícil y son muchas las causas que la originan. Pero poseemos herramientas políticas que pueden abordar cada una de ellas.
En la declaración final de Ankara, los ministros acordaron hacer frente a las crecientes desigualdades y, si fuese necesario, a la disminución de la participación de los ingresos del trabajo, a través de una combinación de políticas adecuadas a las circunstancias nacionales. Los ministros aprobaron una lista de prioridades políticas a considerar, incluyendo el uso activo de mecanismos adecuados de fijación de salarios (por ejemplo, el salario mínimo y el fortalecimiento de la negociación colectiva), los sistemas de protección social, las políticas fiscales eficaces para abordar la desigualdad y el uso efectivo de los servicios de empleo y de las políticas activas del mercado laboral a fin que la población vulnerable o excluida pueda acceder a mejores empleos.
Los ministros recomendarán a los líderes del G20 dar prioridad a un crecimiento intensivo en empleo, abordando la serie de factores subyacentes a la débil demanda agregada en muchas economías del G20, que incluyen la depresión del empleo y el estancamiento de los salarios en la mayoría de estos países. Los ministros presentarán a los líderes la declaración y las recomendaciones detalladas anexas para su consideración en la Cumbre del G20 que se llevará a cabo en Antalya, Turquía en noviembre.
Dar voz a los actores de la economía real
La Presidencia turca invitó a las organizaciones internacionales de empleadores y a los sindicatos (B20 y L20), junto a diversos grupos de la sociedad civil, a una sesión de diálogo social con los ministros del G20. En una reunión conjunta de los ministros de Empleo y Trabajo y los ministros de Finanzas, ambos grupos señalaron el aumento de la desigualdad como un problema que exige atención.
La Presidencia turca organizó la reunión conjunta reconociendo que los ministros de Trabajo no pueden combatir las desigualdades, promover la inclusión y fortalecer los vínculos entre empleo y crecimiento por sí solos. Su acción debe ser complementada con los esfuerzos correspondientes de los Ministerios de Finanzas, de Economía, y otros.
La OIT ha intensificado su participación en el G20 durante los últimos años y seguirá desempeñando un papel activo al ofrecer evidencia empírica, opciones políticas y medidas prácticas que pueden reducir la desigualdad, propiciar sociedades más inclusivas y crear mejores empleos para las personas que viven en los países del G20 y en todo el planeta.