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Date :  2005-07-07
langue :  Espagnol
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Cambio climático

Cambio climático

Source :  Yves Lancelot


El clima cambió naturalmente en el pasado y cambiará naturalmente en el futuro. El cambio climático es, así pues, la norma para nuestro planeta y no podemos hacer nada al respecto, aparte de saber adaptarnos a él. Entonces, ¿dónde está el problema? El problema es que la adaptación al cambio se ha convertido en algo extremadamente difícil de hacer por la escala de tiempo y de espacio de este fenómeno, en un mundo que se ha vuelto políticamente complejo y en el que la adaptación a la naturaleza es cada vez más problemática. No podemos utilizar más el argumento de que el hombre ha sabido adaptarse a los cambios climáticos del pasado, para deducir que se adaptará de la misma manera a los cambios futuros. Nuestro mundo ya no es, en efecto, tan ‘natural’ como lo era antes de la revolución industrial de mediados del siglo diecinueve, e incluso antes de la primera domesticación de la naturaleza por la agricultura, que se inició hace alrededor de diez mil años. La aceleración del progreso técnico y la expansión demográfica han cambiado las reglas del juego. Paradójicamente, el hombre es, a pesar y a cauda de sus formidables progresos tecnológicos, mucho más vulnerable al cambio de lo que lo ha sido durante siglos.

El nuevo parámetro que entra en juego es el ‘cambio económico’. Éste tiene dos consecuencias esenciales. Es el que guía la política de las naciones, regulando los flujos migratorios sin que la naturaleza tenga nada que decir al respecto y volviendo ilusoria una adaptación territorial a la rápida evolución del clima global. Y es éste el que dicta su ley en materia de consumo de energía, teniendo por consecuencia unas disparidades extraordinarias en un mundo en el que las poblaciones tienden a ser ‘fijadas’ territorialmente. Sólo dos ejemplos simples para ilustrarlo. Millones de individuos son amenazados en Bangladesh por una ligera subida del nivel marino; desplazar a estas poblaciones es totalmente imposible hoy. Hacer frente a la demanda energética creciente del mundo desarrollado, del mundo en desarrollo, o incluso en emergencia sobre el conjunto del planeta, es un problema que no sabemos resolver en la actualidad sin conflictos, y que vamos a legar a las generaciones futuras.

Es en este contexto de vulnerabilidad en el que hay que examinar el ‘cambio climático’. Sin embargo, si ya la adaptación al cambio climático natural, relativamente lento, es problemática, ¿qué decir de la posibilidad de adaptarse a unos cambios provocados por el hombre, que se manifiestan a escala de una o dos generaciones y parecen casi irreversibles? No se puede volver a poner en duda, en la actualidad, que la actividad humana transforma muy rápidamente los equilibrios naturales y esto es particularmente cierto en el caso del cambio climático. Éste es ejemplar. La sola escala de tiempo de los fenómenos implicados les concede una inercia tal que es por unas decenas, véase unas centenas de años, por las que tendremos que sufrir las consecuencias de los cambios que estamos provocando. Escala de tiempo, pero también escala de espacio. Por primera vez adquirimos conciencia del aspecto global del problema. Como la globalización económica, la globalización de los problemas medioambientales se ha vuelto ahora evidente. Esta globalización obliga a ver lejos y ampliamente… A problemas planetarios, soluciones planetarias.

La evolución regular de la demografía y del desarrollo económico mundial ha provocado, poco a poco, un encadenamiento de reacciones naturales hasta ahora obviadas. La aceleración del recalentamiento global plantea cuestiones muy complejas que alimentan muchas controversias. Es evidente que si la deterioración del medioambiente aparece ligada al desarrollo económico, los actores de la economía tienen tendencia a minimizar, negar a veces, las consecuencias de su actividad, una actividad de la que todos somos dependientes en nuestra vida cotidiana. A la inversa, es bastante fácil para los científicos dar la voz de alarma sin estar en posición de responsabilidad. El asunto mayor de los años que vienen será la investigación en común compromiso, de un verdadero ‘contrato’ entre la naturaleza y la actividad humana.

Para llegar a esto, es esencial que la ciencia como la industria haga balance de conocimientos y asuntos implicados. El recalentamiento del planeta no puede volver a ser puesto en duda. La influencia de los gases con efecto invernadero -y particularmente del CO2- sobre la temperatura está reconocida. ¿Cuál es la contribución de las actividades humanas en el cambio climático, en un contexto de variabilidad natural todavía mal conocido? La respuesta a esta cuestión esencial no viene dada de golpe, sino que se abre paso poco a poco. Y ahí se encuentra el problema. Cuando estemos absolutamente seguros de que somos responsables de una aceleración excepcional del cambio, ya será demasiado tarde para reaccionar. Nos hemos lanzado en una experiencia climática a gran escala y ya hemos puesto en marcha fenómenos que no controlamos. Abordamos un viraje cuya curva se cierra muy rápido ante nosotros. El derrape parece inminente. Como mucho, podemos intentar impedir que todo se embale y se acelere, e incluso esto plantea problemas de geopolítica que no sabemos abordar todavía. No imaginamos todavía a nivel del medioambiente un planeta realmente solidario. Los intereses en juego son tales que los criterios del famoso “desarrollo durable” están lejos de ser los mismos de un extremo a otro de la tierra. Ahí está, sin embargo, el verdadero desafío. La catástrofe reciente del sudeste asiático habrá tenido al menos el mérito de poner de manifiesto el hecho de que todos estamos verdaderamente en el mismo barco, que es muy frágil, y que al menos debemos poner atención todos juntos en mantenerlo en buen estado. Si el barco se hunde, el “cuadro de oficiales” no saldrá mejor parado que el resto del equipaje.

¿Qué hacer, entonces? Ante la evidencia, un esfuerzo de investigación acelerado para mejorar nuestros conocimientos sobre el medio natural y hacer evolucionar nuestra tecnología, con el fin de volverla menos glotona de energía. También debemos acelerar la investigación sobre unas fuentes de energía menos contaminantes y que sean independientes de las materias primas fósiles que van a agotarse, de todas maneras. Este esfuerzo ha comenzado. Debe volvernos hoy optimistas. Pero va a ser necesario también armonizar a escala planetaria nuestras políticas de desarrollo y de consumo, renovar nuestros esquemas económicos. ¿Y si la “globalización” de la naturaleza, como la del desarrollo, desembocase en nuevas solidaridades…?

Traducido por Sara Nso


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