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Date :  2001-10-02
langue :  Espagnol
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Shoah

Shoah

Source :  Reyes Mate


En la medida en que la mundialización representa, en sus previsiones más optimistas, la realización de la dimensión universalista que no pudo llevar a cabo la ilustración histórica, relacionar mundialización con Shoah significa plantearse la relación entre Shoah y universalidad.

Esa relación existe y se concreta en la afirmación de que hay un antes y un después de la Shoah. La universalidad de la Shoah consiste en cerrar un tiempo y abrir otro. Su fuerza universalista reside paradójicamente en la singularidad de ese acontecimiento, de suerte que se ha constituido en referente obligado para cualquier planteamiento político, ético o estético nuevo.

Sobre la singularidad o unicidad de la Shoah se ha escrito y polemizado mucho. Digamos que no consiste en una cualificación mayor o menor de los asesinados, ni en que murieran más o menos que en otras guerras, sino en su ejemplaridad, en su capacidad para convertirse en ejemplo de lo que significa el mal o el sufrimiento a la hora de pensar el mundo o querer transformarle. Ejemplar es la Shoah por las siguientes razones: en primer lugar, por la simplicidad extrema del asesinato; se trata de hacer desaparecer a los judíos y se recurre a un sistema elemental que incluye hasta la desaparición de las cenizas.Se piensa en un procedimiento de exterminio total, que no deje huellas, sin testigos ni cadáveres, para que la humanidad lo borre de su memoria. En segundo lugar, porque representa un caso excepcional de mal absoluto, el carácter absoluto del mal: se mata a todo un pueblo por ser judíos; no por haber hecho esto o lo otro, sino por ser, por haber cometido el delito de nacer judío; es como una movilización general de la libertad contra la inocencia. En tercer lugar, por la implicación general del genocidio. Aquel horror fue posible porque antes de la liquidación física, Europa ya había procedido a una eliminación metafísica del judío, expulsándole de la condición humana, y porque ocurrió ante la indiferencia, cuando no la complicidad, del resto del mundo. Y, finalmente, porque pese a todas estas aproximaciones ─ y otras muchas que pudieran ofrecerse ─ la Shoah sigue siendo incomprensible. No hay manera de explicar suficientemente por qué la libertad tomó tamaña decisión.

La singularidad de este acontecimiento cuestiona la bondad y la racionalidad de todo proyecto civilizatorio anterior o contemporáneo pues, o bien fue causa de esta barbarie o fue cómplice o no se enteró, con lo que el mundo, si no quiere renunciar a la humanidad del hombre tiene que plantearse la civilización a partir de la Shoah, es decir, sacando las consecuencias de esa interrupción de la historia. Pensar después de la Shoah significa sustituir al concepto por la memoria que es eminentemente una memoria de las víctimas.

Por lo que respecta a la política, pensar después de Auchwitz significa tomar al campo de concentración como lugar de la política moderna. El campo es el lugar del "estado de excepción", allí donde se suspenden los derechos y el hombre queda literalmente abandonado, es decir, sometido a un bando (orden de muerte, sin jucio alguno, y que cualquiera puede ejecutar), reducido a nuda vida. Kafka lo captó anticipadamente cuando describía la reducción del hombre a animal. Sólo descubriendo esa animalización reductora a que nos somete el sistema político podríamos hablar de una política alternativa.

La reflexión moral está contenida en la figura del "crimen contra la humanidad". Pero no lo deberíamos entender sólo como un crimen que no prescribe legalmente ni se borra de las conciencias, sino como un atentado contra la humanidad del hombre. Pasa con la humanidad del hombre lo mismo que con la naturaleza: hay atentados que producen daños irreversibles. También determinadas cualidades de la humanidad han sido seriamente dañadas o definitivamente destruídas. Se acabaron los planteamiento clásicos o ilustrados de que nacemos constituídos en sujetos morales. La humanidad del hombre es una conquista y la existencia humana no garantiza que se consiga. El secreto de la humanidad se va a las víctimas, a los muselmen (ese momento último de degración física y moral del hombre), en los que pese a las apariencias inhumanas se esconde la pregunta por la humanidad cuya respuesta nos permite a los demás arribar al puerto de la humanidad. En el hombre convertido en piltrafa se oculta una exigencia absoluta que le convierte en ese "autrui" al que debemos responsabilidad absoluta si queremos llegar a ser hombres.

"¿Se puede hacer poesía después de Auschwitz?". Esta pregunta retórica de Adorno desencadenó una profunda reflexión sobre lo que pueda significar el arte y la belleza después del horror de las cámaras de gas. Paul Celan, un superviviente que estuvo más cerca del campo de exterminio que el propio Adorno, le respondió que sí, que era posible, siempre y cuando se conjugara la prohición de estatizar con la obligación de recordar. Esa doble exigencia se concreta en una obra de arte que renuncie a recrear artísticamente ese pasado de muerte (La Lista de Schindler, por ejemplo) y opte por hacer presente las experiencia del sufrimiento (el film Shoah de C. Lanzmann, por ejemplo).

Decía al principio que la fuerza universalizadora de la Shoah reside en algo tan paradójico en su singularidad, que nos permite hacer de ella un ejemplo o modelo de lo que debe significar la barbarie a la consciencia contemporánea. Pues bien ¿qué es lo que significa? ¿en qué consiste su ejemplaridad respecto a otros momentos de babarie, ya sea las bombas atómicas sobre Hiroshima o Nagasaki, los genocidios en Africa Central, las masacres en la ex-Yugoslavia?. Sencillamente en que la condición de toda verdad es dejar hablar al sufrimiento. Ya no podemos separar el pensar y el pesar; la teoría de la justicia, de la experiencia de la injusticia; en una palabra, del sufrimiento. Se acabó con el idealismo occidental que desde Platón pensó que la verdad de este mundo, de sus problemas y conflictos, está fuera de la experiencia en el mundo de las ideas. Somos supervivientes de los campos de concentración y de exterminio, lo que significa que nos está vedada la nostalgia de tiempos anteriores y también la inocencia o irresponsabilidad de quien nada tuvo o tiene que ver con aquéllo. La Shoah es como un despetador que nos alerta de que la barbarie no ha cesado de circular por nuestra historia, aunque se haya camuflado de grandeza, de racionalidad o de moralidad.


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