Una comparación de los acontecimientos recientes en Oriente Medio con las revoluciones populares que ocurrieron en Europa del Este entre 1989 y 1990 expone una variedad de paralelos ilustrativos. La caída de los regímenes opresores en Polonia, Alemania Oriental, Hungría, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria y Albania currió en menos de dos años luego de la sublevación respectiva de cada país. Además, en la mayoría de los casos, el objetivo principal de la revolución era derrocar a los sistemas dominantes opresivos y reemplazarlos con algo más unificador. Las revoluciones de Túnez, Egipto y Libia tenían objetivos similares y también derrocaron a sus respectivos regímenes en cuestión de meses.
La otra cara de la moneda fue Yugoslavia que, como en Yemen, Siria e Irak, se convirtió en una guerra, con pérdidas de vidas a gran escala, devastación de las infraestructuras de los países y una crisis humanitaria que repercutió a nivel mundial.