Señoras y señores, estimados colegas parlamentarios,
Quisiera ante todo agradecer al Presidente Radi su hospitalidad y su inestimable ayuda para que esta sesión extraordinaria pudiera tener lugar en Rabat.
Gracias a él, seremos la única institución que celebrará en el Sur el décimo aniversario del Proceso de Barcelona.
Aprovecho la ocasión para saludar la presencia de Federico Mayor Zaragoza, representante personal del Secretario General de las Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones, especialmente invitado a nuestro encuentro.
Nosotros, APEM, somos hijos del Proceso de Barcelona. Le damos su dimensión parlamentaria. Nuestros debates pueden y deben ser, por la propia naturaleza de nuestras funciones, más abiertos, más transparentes y sinceros.
Aprovechemos pues nuestra especificidad para desempeñar un papel más importante, en el proceso que ahora se inicia, al que llamaré «Barcelona 2».
Espero que nuestros debates sean fructíferos y permitan enviar un mensaje claro a los Jefes de Estado o de Gobierno en la Cumbre de Barcelona, a la cual la APEM ha sido especialmente invitada.
Diez años después de Barcelona 95, ha llegado la hora de hacer balance. Utilicémoslo para extraer lecciones del pasado y aplicarlas al futuro.
En el plano político, los conflictos regionales siguen desgraciadamente presentes. Y obstaculizan el desarrollo.
En el plano económico, las brechas que separan a ambas riberas se hacen cada día más grandes.
El Mediterráneo es la frontera desigual del mundo. Ninguna otra separa diferencias de renta tan grandes y tan próximas. En la década de 1994 a 2004, el PIB per cápita de los Quince ha más que doblado, llegando ahora a más de 30.000 dólares. En el mismo período, en la cuenca sur del Mediterráneo, la renta per cápita ha pasado de algo menos de 5.000 dólares a algo más de 5.000 dólares. Y en los diez países nuevos de la Unión, ha pasado de 6.000 a casi 15.000.
Y sin embargo, ha habido una importante transferencia de recursos públicos desde Europa: se han transferido a la región tres mil millones de euros al año en ayudas del programa MEDA y préstamos del BEI.
Pero el problema es que la inversión privada no ha acompañado a esas ayudas públicas.
¿Por qué? Las razones son múltiples; permítanme que me limite a esbozar sólo dos:
En primer lugar, por la persistencia de conflictos, variados y de distinta naturaleza, desde la situación en el Oriente Medio hasta el cierre de fronteras entre Marruecos y Algeria.
En segundo lugar, la falta de un marco adecuado para atraer inversiones. Y este marco presupone una buena gobernanza. Y la buena gobernanza está vinculada a la reforma política y a la democracia.
No se trata de dar lecciones a nadie. Estamos hablando de crear una región mediterránea basada en condiciones justas y eficientes, tanto en lo económico como en lo político.
Estamos hoy reunidos aquí para diseñar el futuro. Es vital que repensemos, que remodelemos la Asociación Euromediterránea.
Permítanme algunas consideraciones al respecto:
Primero. La Asociación Euromediterránea no puede seguir siendo una política regional. Tiene que convertirse en una política global.
En efecto, el Mediterráneo condensa por sí solo todos los retos del siglo XXI: el terrorismo, la inmigración, el medio ambiente, el acceso al conocimiento…
Debemos —y podemos— superar juntos estos desafíos, muchas cosas nos unen, el Mediterráneo existe y está vivo.
Segundo. Para combatir el terrorismo hay que consolidar la democracia. El terrorismo golpea en ambas cuencas del Mediterráneo. A Madrid, a Londres, a Casablanca, a Djerba, a Charm El-Cheikh, ahora a Amán.
En sus funestos designios, deja bien claro que no le importan ni la religión ni el color de la piel de sus víctimas.
Es ésta una razón de más para que nosotros, parlamentarios, rechacemos de plano y de una vez por todas los argumentos de los que afirman que se trata de un «choque de civilizaciones».
Ni los regímenes de excepción, ni las restricciones al libre ejercicio de los derechos civiles y políticos, ni la exclusión de partidos políticos que han aceptado las normas democráticas y el Estado de Derecho, ni los ataques a las libertades individuales, son la respuesta adecuada.
Sólo podremos combatir el terrorismo si trabajamos unidos.
En la Cumbre de Barcelona, los Jefes de Estado o de Gobierno deberían adoptar un Código de conducta para la lucha contra el terrorismo, en el sentido propuesto por nuestra comisión política.
Tercero. Prestemos una gran atención a los flujos migratorios.
El sueño europeo se encuentra estancado en el seno de la Unión, pero la UE sigue alimentando los sueños de millones de aspirantes a la emigración.
Los países mediterráneos se encuentran en primera línea. Los países del sur tienen que hacer frente al deseo de emigrar de parte de sus propias poblaciones. Y han de afrontar la oleada migratoria procedente de las poblaciones subsaharianas.
Europa no debe ser —ni puede ser— una fortaleza, como ya han dicho los Ministros de Cultura de la Unión Europea, reunidos en Budapest este pasado sábado. Sería contrario a sus valores. Sería contrario a sus propios intereses.
Algunos piensan que un nuevo muro —el muro del Mediterráneo— los protegerá. Se equivocan de lleno. «Si Europa no va al Sur, el Sur irá, de forma ilegal o clandestina, a Europa.»
Los problemas de Lampedusa, Ceuta y Melilla no son de los italianos o de los españoles o de los marroquíes. Son euromediterráneos. Son también, ante todo, los dramas humanos producto de la África olvidada.
La respuesta ha de ser colectiva. Y ha de basarse en el respeto de todos y cada uno. Y no puede hacer recaer el coste en aquellos que están más cerca del problema.
El proyecto de Resolución de nuestra Comisión de Cultura y el de la Cumbre de Barcelona apuntan en la buena dirección. Apoyemos sus grandes ejes: La asociación con los países de origen y de tránsito en materia de inmigración ilegal. Una estrategia europea en el ámbito de la inmigración legal. La erradicación de las causas principales de la inmigración ilegal, que son sobre todo económicas. El respeto de las obligaciones internacionales.
Una política europea de inmigración sólo puede ser eficaz si coexiste, en paralelo, con una serie de políticas nacionales de inserción de los inmigrantes.
Europa necesita acoger emigrantes. Acogerlos e integrarlos ofreciéndoles los medios para tomar el «ascensor social».
Este debate es parte integrante del debate sobre el modelo social europeo. Negar esta evidencia sería rechazar la realidad.
Cuarto. El medio ambiente es otro de los grandes objetivos de nuestra asociación.
El Mediterráneo cuenta con 191 lugares clasificados en el patrimonio mundial de la UNESCO, pero el diagnóstico ambiental es verdaderamente preocupante:
Uno de los problemas más urgentes es el que plantea la escasez de agua. El crecimiento desmesurado del consumo de agua provocará en el futuro penurias todavía más graves: en el año 2000, 45 millones de habitantes se encontraban en estado de escasez extrema, y serán 63 millones en 2025… En la misma fecha, uno de cada tres países mediterráneos consumirá más del 50 % del volumen anual de sus recursos naturales renovables.
Nuestra Comisión de Cultura también denuncia esa situación del medio ambiente. La Cumbre de Barcelona se fijará como objetivo la descontaminación del Mediterráneo para el año 2020. Tanto mejor, cuando sabemos —por no mencionar más que una cifra— que un 60 % de las aguas residuales urbanas se vierten en el mar sin tratamiento alguno.
Quinto. El acceso al conocimiento es una necesidad básica.
Sin acceso a la educación no puede haber desarrollo, ni justicia social, ni igualdad de oportunidades, ni igualdad entre hombres y mujeres.
En los últimos diez años, los progresos han sido escasos. Precisamente en el mismo momento en que vivíamos una explosión de las nuevas tecnologías de la información.
La Cumbre de Barcelona lo convertirá en una de sus prioridades. La meta está en los Objetivos del Milenio. La Cumbre propone plazos, especialmente en lo que se refiere a la alfabetización, y el acceso a la educación.
Desgraciadamente, por el momento llevamos un gran retraso. Dos ejemplos lo demuestran:
Si no se hace un esfuerzo considerable, en 2015 todavía no estarán escolarizados 5,7 millones de niños en los países árabes. Recordemos que el objetivo es de cero.
En 2005, el 49 % de las mujeres de los países árabes son analfabetas, frente al 27 % de los hombres.
Nuestro deseo de crear una verdadera Universidad del Mediterráneo y un Fondo Euromediterráneo de Investigación Científica apuntan en la buena dirección.
Estas iniciativas contribuirían a contrarrestar el efecto de «contagio» de la fuga de cerebros.
Después de la del Norte hacia el Norte (Europa – América del Norte) y del Este hacia el Oeste (de los vecinos orientales hacia la UE), la fuga de cerebros se orienta ahora del Sur hacia el Norte (esto es, de África hacia Europa).
¿Cómo reactivar y dinamizar el Proceso de Barcelona?
En primer lugar, ante todo, reequilibrando los intercambios comerciales Norte-Sur.
Las estadísticas hablan por sí solas.
Las relaciones comerciales siguen siendo muy asimétricas. El comercio con los países mediterráneos representa menos del 7 % de los intercambios comerciales exteriores de la UE, mientras que ésta acapara cerca del 50 % de los intercambios exteriores de dichos países.
Exceptuando los países productores de petróleo, la Unión tiene un excedente comercial considerable con los países mediterráneos: el déficit de estos últimos era de 15,621 billones de dólares en 1990, y había ascendido ya a 29,080 billones en 2003.
Para rectificar esos desequilibrios, es buena la idea de una «hoja de ruta» que permita concretizar la zona de libre comercio en 2010.
Esto es lo que desea la Cumbre de Barcelona en su declaración; esto es lo que sostiene también nuestra Comisión Económica: la liberalización del comercio de productos agrícolas, la liberalización de los servicios, la creación de un mercado Euromed de la energía, con la eventual transformación del FEMIP en un Banco Euromediterráneo de Desarrollo.
En segundo lugar, fomentando los intercambios comerciales Sur / Sur.
Estimados amigos:
Todos sabemos que los intercambios comerciales entre los países mediterráneos del sur son prácticamente inexistentes. Su porcentaje representaba el 4,4 % en 1995 y el 5 % en el año 2003.
¿Por qué esto es así?
Pues, porque como decía al principio, porque persisten los conflictos regionales.
En Oriente Próximo, se ha conseguido un avance significativo con la retirada israelí de Gaza. Pero el camino por recorrer es todavía largo, y está sembrado de obstáculos.
Estos últimos días se han manifestado otras señales alentadoras. En Rafah, se abrirá la frontera con Egipto, gracias al acuerdo palestino-israelí. Es algo muy importante.
La UE ha desempeñado un papel positivo en el proceso, que ha sido destacado por ambas partes. A partir de la semana próxima, la Unión desplegará una misión de asistencia al control de las fronteras.
Pero es evidente que hay que ir más lejos. Para que la «Hoja de Ruta» vuelva a adquirir todo su sentido, es necesario que ambas partes den prueba de una verdadera voluntad política de avanzar.
¿Es esto posible cuando nuestra Asamblea ni siquiera ha podido reunirse en Ramallah, por la falta de voluntad política de unos y de otros?
Nuestro papel de parlamentarios consiste también en fomentar todas las iniciativas de la sociedad civil dirigidas a la aproximación de las partes. Las iniciativas no faltan. Son muchos los hombres y mujeres que muestran un compromiso firme en este sentido. Saludo desde aquí el trabajo del Sr. RADI que preside el grupo de trabajo sobre Oriente Medio, cuyas conclusiones esperamos conocer durante nuestra próxima reunión.
Sólo el restablecimiento de la confianza política hará posible que se asiente la confianza económica.
En tercer lugar, para dinamizar el Proceso de Barcelona hay que aprovechar también las oportunidades que ofrece la Política Europea de Vecindad (PEV).
Hace diez años, la PEV no existía. Hoy engloba a 16 vecinos, de los cuales 9 son mediterráneos.
Estas cifras, reflejan la nueva arquitectura diseñada en torno a la UE. Muestran su capacidad de atracción.
Algunos ven en la PEV un elemento disolvente de la Asociación Mediterránea. Yo pienso, por el contrario, que puede ayudarnos a reforzar la especificidad de la identidad mediterránea de este nuevo enfoque.
La consolidación de los aspectos bilaterales en el marco de la PEV ha de permitirnos reforzar nuestro marco multilateral.
Por último, desempeñando plenamente el papel que nos corresponde como Asamblea parlamentaria, debemos aprovechar de forma muy concreta todas las oportunidades que se nos ofrecen para dar un impulso político a las relaciones euromediterráneas.
Debemos definir ahora las modalidades del diálogo entre nuestra Asamblea y la Conferencia Ministerial. Hay que encuadrar políticamente la Asociación Euromediterránea y conferirle una legitimidad democrática.
La APEM ha de ser un foro de la palabra. Ciertamente, pero ha de serlo para debatir los verdaderos problemas, de forma transparente, sin la reserva y el secreto de las conferencias diplomáticas. Nuestro diálogo abierto dará prueba de la madurez de nuestro proyecto.
Por regla general, las exigencias de reformas se conciben y maduran en los foros parlamentarios. Tenemos un tiempo de ventaja sobre los Gobiernos. Y tenemos que aprovecharlo.
Por otra parte, nuestra Asamblea debería poder efectuar misiones de observación electoral en el marco de una asociación renovada.
De esta manera, podría prestar su apoyo a aquellos países que se esfuerzan por consolidar sus sistemas de gobernanza.
La tarea que nos aguarda es grande, y espero poder contar con cada uno de ustedes para contribuir plenamente a la consecución de nuestros objetivos.
Muchas gracias y buen trabajo.