Ref. :  000005847
Date :  1987-11-16
langue :  Espagnol
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Declaración de los derechos de la cultura

Aprobada por la Asamblea General de la Cultura el 17 de junio 1987 en el Théatre de Paris, y proclamada el 16 de noviembre de 1987 en el Zénith en París.


Reunidos en Asamblea General de la Cultura el 17 de junio de 1987 en París, los artistas y creadores de todas las disciplinas aquí presentes únicamente por su apego irreductible a su arte y a la cultura de este país, hacen un llamamiento a su pueblo y a todos los pueblos, a los artistas y a los creadores del mundo entero.

Un pueblo que abandona sus posibilidades culturales a la especulación se condena a libertades precarias. Desde hace unos años en Francia se ha iniciado y se amplifica un proceso que nos hace temer lo peor.

A menudo, el estimulo necesario a la creación contemporánea, signo exterior e interior de la riqueza de una nación, cede el paso a la exigencia de la rentabilidad que las industrias culturales públicas y privadas persiguen a través de la insaciable comercialización de la cultura. Al mismo tiempo, el esfuerzo del Estado por preservar y desarrollar la cultura original se marchita y se abandona a las mismas reglas. El derroche de talentos e invenciones, la desvalorización del estatuto de los artistas e intérpretes que de ello resultan incrementan de año en año el desempleo que afecta a todas las profesiones artísticas como a muchas otras.

Lo que ocurre en el cine, el teatro, la televisión, la radio, la danza, la música, la canción y el circo, las artes plásticas, el grafismo, la arquitectura, la fotografía, la literatura o la poesía nos confirma que no es una cuestión de talento – este sigue vivo – sino de obstinada voluntad por lograr un objectivo: el de organizar el reparto desigual de los seres humanos entre un pequeño número al que la detentacíon de los haberes y de los poderes conferiría la competencia artística y una inmensa multitud de consumidores condenados a consumir productos estandardizados procedentes en su mayoría de un lugar sin rostro ni alma, rehenes culturales de las audiencias, tiradas y sondeos fuera de los cuales nada estaría permitido. En un mundo así, los artistas sólo serían unos invitados casuales.

Contra esta inmensa inversión de valores entre la cultura y el dinero, contra el cinismo de los que deciden, cualesquiera que sean, pedimos un sobresalto ético por parte de todo el mundo de las artes y de las letras. Proclamamos que en una nación no existen valores culturales capaces de vivificar su pasado así como trazar su futuro sin los incesantes hallazgos de la creación artistica, sin la libertad de su confrontación, sin la voluntad de que esta creación sea un bien común de los artistas y de su pueblo. Al uniforme grís de las ambiciones mercantiles oponemos el arco iris de las sensibilidades y de la inteligencia, la apertura plural a la cultura de los hombres y los pueblos del mundo entero.

Desde hace meses intercambiamos nuestros temores y nuestras indignaciones, nuestras esperanzas y nuestras convicciones, en el más amplio encuentro de artistas que se haya visto en Francia desde hace decenios y que constituye en sí, pensamos, un acontecimiento considerable.

Hoy, sabiendo que nada es ineluctable, pensamos que ha llegado la hora de que se oigan las exigencias más inalienables del mundo artístico.

Estas exigencias de denominan audacia de la creación, obligación de producción, fomento del pluralismo, voluntad de dominio nacional, necesidad de cooperación internacional.

Audacia de la creación
En primer lugar, ya que lo primero es el creador, los comerciantes vienen después – cuando vienen. Reducir la obra a un producto es destruirla. Por lo tanto, es perciso plantear, tanto para el artista como para el público, la primacía de la obra sobre el dinero con el fin de emancipar lo imaginativo de lo pecuniario.

Obligación de producción
Después, ya que frente a una libertad de mercado que a menudo oprime, es la obligación la que libera. Obligación nacional de producción para las empresas públicas y privadas y de radio, obligación de destinar una parte de sus recursos a las nuevas obras para las editoriales y las casa discográficas, obligación de encargar y realizar creaciones contemporáneas por parte de los establecimientos subvencionados.

Fomento del pluralismo
Al mismo tiempo, ya que todo vive en plural. Pluralismo de la cultura en el espacio y el tiempo de la nación, pluralismo de las artes de las cuales ninguna es menor siempre que nada la empequeñezca, pluralismo de las estéticas, de las técnicas y de los gustos. Pluralismo que no pretende desmembrar sino descompartimentar y en el cada uno es sí mismo al tiempo que aprende y enseña al otro.

Voluntad de dominio nacional
Tanbién y en particular de la difusión y de la distribución ya que, ¿ de qué serviría un pluralismo de la creación sometido al monopolio de su difusión ? Para que los públicos puedan acceder a las obras con igualdad de oportunidades es preciso crear circuitos de distribución independientes de las multinacionales y del Estado.

Garantía de un amplio público
Con el que pueda comunicarse y al que puedan aportarse estímulos. Durante mucho tiempo, la descentralización ha expresado esta tradición artística francesa que consiste en construir un gran círculo de entendidos. Ahora, más que nunca, es preciso conquistar esta verdadera dimensión de la libertad de los artistas.

Necesidad de cooperación internacional
Por último, y en particular europea, ya que la identidad cultural de Francia a la que nada del mundo renunciaríamos es, como toda identidad, tanto más rica cuanto que se cruzan en ella los patrimonios más diversos. No obstante, para cruzarse es preciso existir y un espacio cultural europeo donde sólo se cruzarían las participaciones financieras comprometería este derecho a la vida de nuestra personalidad cultural.

Todo esto puede y debe dar lugar a una responsabilidad pública y nacional en materia de cultura, idea nueva en Europa. Una responsabilidad pública y nacional que permita sustraer la cultura al imperio de los negocios, responder al nuevo desafío de la segregaciones indignantes e ir al encuentro de los deseos y placeres, de los saberes y quereres de una sociedad menos anónima que nunca. Una responsabilidad pública y nacional que necesita medios, que exige en consequencia, el compromiso financiero del Estado así como la contribución de las industrias culturales y que requiere – lanzamos la idea – la generalización de fondos de apoyo alimentados por créditos públicos y beneficios privados para apoyar prioritariamente la creación contemporánea. Estas son para nosotros las ardientes exigencias de la cultura, al unisono, sin duda alguna, de las aspiraciones de nuestro pueblo y de todos los pueblos.


Pays : 
- France   

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