En Teoría general del empleo, el interés y el dinero, John Maynard Keynes temía que "locos con autoridad, que oyen voces en el aire, estén destilando su frenesí de algún escritorzuelo académico de algunos años atrás".
Sin embargo, aún sin teorías prescriptivas, fingir "frenesí" o locura también puede ser una estrategia de negociación plausible, poderosa y bastante contagiosa. A comienzos de los años 1970, el presidente norteamericano Richard Nixon adoptó la táctica de convencer a los norvietnamitas de que tenía el dedo apoyado en el "botón nuclear" y que era mejor que negociaran un acuerdo para poner fin a la guerra -o iban a ver-. Y en 1986, el presidente Ronald Reagan se reunió con Mijail Gorbachov en Reykjavik y lo sorprendió al proponerle que Estados Unidos y la Unión Soviética destruyeran todas sus armas nucleares.
Ya sea que una crisis esté escalando o perdiendo intensidad, la efectividad de la estrategia del loco parece depender de hasta dónde la "locura" de un líder político es ambigua -a tal punto que hasta los historiadores no sabrán dónde trazar la línea entre sinceridad y artificio.
Con la estrategia intermitente del presidente Donald Trump frente a una cumbre nuclear con Corea del Norte, junto con su bravuconería sobre nuevas sanciones contra Irán, la estrategia del loco parece haber regresado de forma dramática. Hoy está siendo adoptada por muchos otros líderes, y se propaga rápidamente en nuevos territorios, incluyendo debates sobre la reforma del sistema monetaria y político europeo.
Recientemente, dio la sensación de que la crisis de deuda de la eurozona, latente desde 2012, podía volver a estallar. Con tasas de interés tan bajas, la enorme deuda pública del gobierno italiano parecía sostenible. Pero con los mercados financieros cada vez más alterados por los acontecimientos políticos en Italia, es fácil imaginar un mundo en el que las tasas de interés aumenten y se mantengan altas, en cuyo caso la deuda italiana podría plantear una amenaza seria para la eurozona, e inclusive para la economía global.
El miedo de los inversores de otra crisis de deuda de la eurozona ha aumentado desde que el Movimiento Cinco Estrellas, populista, y el partido Liga, de derecha, no lograron formar un gobierno después de meses de parálisis postelectoral. La coalición de M5S/Liga, que ganó una mayoría parlamentaria combinada en la elección del 4 de marzo, claramente ha extraído una página del manual de Trump, con la esperanza de utilizar la deuda de Italia para obtener concesiones de la UE.
¿Funcionará? El primer componente, y el más básico, de la estrategia del loco es la capacidad de introducir un nivel de incertidumbre que perjudique a otros países. Esta es la razón por la cual la estrategia realmente no funciona en el caso de países más pequeños, como aprendió rápidamente el nuevo gobierno de Grecia en 2015 después de incursionar en una confrontación con sus acreedores europeos.
Suponiendo que un país es lo suficientemente grande como para sacudir los mercados globales (como claramente es el caso de Italia), otros tres factores determinan el éxito de una estrategia del loco. Por empezar, su gobierno tiene que poder convencer a todos los demás de que los votantes lo están impulsando hacia actos "insanos". La idea es que, en verdad, es irracional que un gobierno elegido democráticamente actúe prudentemente si esto implica invitar al castigo de los votantes que están comprometidos con posiciones miopes pero muy sentidas. En el caso de Italia, los populistas capitalizaron el desencanto de los votantes con un partido de centroizquierda cuya postura pro-europea no había dado resultados.
También debe haber una división visible entre los "halcones" y las "palomas" dentro del gobierno del loco. En cualquier negociación, los otros partidos ofrecerán concesiones para fortalecer a las palomas, sabiendo muy bien que si no lo hacen enfurecerán a los halcones, que luego avanzarán con sus planes fatídicos. Con Trump, esta dinámica existe dentro de una personalidad única que tiende a oscilaciones violentas e impredecibles entre sinceridad e ira. Pero también existe dentro del gabinete de Trump, con John Bolton, el asesor de seguridad nacional de línea dura, que juega el papel del halcón.
En el caso de la coalición de M5E/Liga, era necesario un halcón como contrapeso del presidente pro-UE de Italia, Sergio Mattarella. Esta es la razón por la cual la elección de los populistas para ministro de Economía y Finanzas fue Paolo Savona, un economista de 81 años a quien el ex ministro de Economía italiano Vincenzo Visco describió como "radicalmente y mortalmente anti-alemán". Cuando Mattarella rechazó la nominación, M5E/Liga abandonaron las conversaciones, precipitando la crisis actual.
Finalmente, para tener éxito, un gobierno del loco necesita tener un plan de guerra plausible para causar una alteración generalizada. Por ejemplo, la coalición de M5E/Liga sugirió que podría emitir una moneda paralela, lo que hizo más creíble su amenaza de perseguir una expansión fiscal a pesar de las reglas de la UE.
En tanto más gobiernos, partidos y líderes empiecen a imitar la estrategia del loco, el margen para un acuerdo en cualquier negociación se achicará, y se volverá menos factible. En verdad, los economistas alemanes de línea dura ya habían respondido a la crisis política de Italia haciendo circular peticiones para bloquear cualquier reforma de la eurozona que pudiera ser considerada como una concesión.
Pero exponer los peligros de la estrategia del loco no bastará para derrotarla. Los votantes también deben estar convencidos de que existen mejores alternativas, y de que la integración europea puede de todos modos salvaguardar sus intereses. En los meses anteriores a la próxima elección de Italia y a las elecciones parlamentarias de la UE en mayo de 2019, los líderes de la UE tendrán algo de tiempo -aunque no mucho- para mostrar que la integración europea tiene que ver con algo más que parálisis política y estancamiento económico.
De lo contrario, pronto podríamos redescubrir el lado sombrío de la estrategia del loco. Antes de su abdicación en 1918, el káiser alemán Guillermo II no tenía que simular que era inestable; lo era. Con una afición por los discursos amenazadores y las entrevistas periodísticas ofensivas, tenía algo en común con el tweeter en jefe de Estados Unidos.
En otro paralelismo histórico perturbador, solía hacer alarde de su capacidad para cerrar acuerdos con los monarcas rusos y británicos, con quienes estaba relacionado. Cuando llegó el momento, en tanto la crisis de diplomacia escalaba en julio de 1914, repentinamente anunció una gran iniciativa de paz nueva. Pero ya era demasiado tarde. El juego del gallina se había propagado, y las principales potencias mundiales se precipitaban juntas hacia la catástrofe.