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Date :  2017-08-20
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Síntesis de las conferencias de Edward Demenchonok en Buenos Aires


El coloquio de tres partes planteaba los temas intrínsecamente relacionados del pensamiento lationamericano e intercultural, los retos a la democracia, y la perspectiva cosmopolita como una alternativa al orden hegemónico global. Todos los cuales fueron acompañados por distintas copias para los participantes.
(1) La primera conferencia, que tuvo lugar en la Facultad de Psicología y Ciencias Sociales UCES, fue dedicada a El discurso intercultural en los Estados Unidos de Norteamérica. Demenchonok empezó con responder a la primera pregunta de los participantes: “¿Cuáles son sus filósofos favoritos argentinos?”. Su respuesta fue: Juan Bautista Alberdi y Arturo Andrés Roig.

Alberdi fue el primero quien a mediados del siglo xix declaró la necesidad para la autoconciencia se las naciones emergentes de crear una filosofía latinoamericana, la que sería capaz de responder a los problemas cardinales de la sociedad: la libertad individual y la del pueblo, planteamientos que cristalizaron en una propuesta de liberación nacional y social. Sue ideas son relevantes, porque hoy en día la política de la hegemonía global lanza nuevos desafíos a la soberanía de las naciones, y los individuos enfrentan la dependencia económica y las formas más sofisticadas de manipulación de su conducta y su modo de pensar.

La filosofía latinoamericana se desarrolló en los años setenta del siglo xx como filosofía de la liberación. Ésta nació en Argentina gracias a los trabajos de Arturo Roig, Enrique Dussel, Juan Carlos Scannone y Osvaldo Ardiles, entre otros, y luego fue desarrollada por filósofos de otros países, tales como Leopoldo Zea, Horacio Cerutti Guldberg, Francisco Miro Quesada, Raúl Fornet-Betancourt y muchos otros. En esta constelación de las estrellas filosóficas Arturo Roig ocupa un lugar especial. Él representa el pensamiento crítico y emancipador, que va más allá de los filósofos posmodernos y las ideas de la “muerte del sujeto” y del “fin” de la historia. Él contribuye al forjamiento de los conceptos renovados del sujeto, de la razón y de historia. Él parte del “a priori antropológico” y de la historicidad del hombre que se injerta en su experiencia social. Justamente en la acción el hombre adquiere su esencia reconoce su papel creador y transformador en el mundo. Roig contribuye a la elaboración filosófica de la moral emergente o la moral del humanismo principista. Su pensamiento es muy relevante, porque frente al clima de “desencanto” que predomina hoy en América Latina y otras regiones del mundo, él nos orienta hacia la necesidad de poner más atención a los procesos nuevos en la política y la cultura que ofrecen posibilidades para los cambios, y recuperan las ideas reguladoras que expresan valores humanos generales, la dignidad humana y la idea de la Humanidad. Éstas nos orientan en la lucha por un futuro mejor.

Demenchonok subrayo la influencia internacional de la filosofía latinoamericana de la liberación, cuyas ideas se opusieron al discurso colonial mucho antes de los conceptos de poscolonialidad y posmodernidad de Europa y Estados Unidos, trazando un camino para filosofías nacionales en los países de África y Asia. Los filósofos latinoamericanos contribuyen originalmente a la filosofía intercultural. Con su proyecto de Transformación Intercultural de la Filosofía, Raúl Fornet-Betancourt plasma creativamente el espíritu dialógico del pensamiento filosófico y propone reconocer su arraigo cultural. Esta filosofía intercultural se desarrolla en varias regiones del mundo y ofrece una consistente alternativa a la globalización hegemónica. Frente al orden hegemónico y su llamada cultura global, la interculturalidad dialógica puede fundar una necesaria transformación política participativa del mundo en la lucha por un nuevo orden orientado a la convivencia solidaria.

Demenchonok enfocó las ideas de interculturalidad en los Estados Unidos, sobre todo en las emergentes filosofías latino/a y afro-americana. Estas filosofías representan la respuesta original a la búsqueda de la autoconciencia de las minorías raciales y étnicas, desafiando los estereotipos de la cultura dominante y tratando de desarrollar su propio pensamiento auténtico para ayudar a su búsqueda por la identidad cultural y la lucha por el reconocimiento y sus derechos civiles y humanos.

El pensamiento latino/a [en EEUU] surgió en diálogo con filosofía latinoamericana. Entre sus representantes se destacan Jorge J. E. Gracia, Walter Mignolo, Eduardo Mendieta, Linda Martin Alcoff, Ofelia Shutte, María Lugones, Mario Saenz, Nelson Maldonado-Torres y Carlos Sánchez, entre otros. Jorge J. E. Gracia aborda el problema de la identidad, y va más allá de los dilemas tradicionales (esencialismo versus eliminativismo y generalismo versus particularismo) al proponer una nueva forma de pensar sobre los latinos basada en la visión familiar-histórica de las identidades étnicas que abre las puertas al diálogo y al entendimiento entre pueblos de diferentes culturas. Él propone una concepción original de la "filosofía latina como filosofía étnica", basada en una visión familiar-histórica. Esta concepción destaca la unidad de la filosofía latina, ampliamente entendida como incluyendo el trabajo de los filósofos latinos que trabajan tanto en los Estados Unidos como en América Latina. Los filósofos latinos colaboran con los filósofos latinoamericanos en el análisis crítico de la homogeneización de la globalización hegemónica desde las perspectivas postcoloniales e interculturales.

En los Estados Unidos, las personas de ascendencia africana buscan su identidad investigando las raíces culturales de sus antepasados africanos. Ellos desarrollan la filosofía afro-americana en un diálogo con las filosofías africanas (Kwame Anthony Appiah, Kwasi Wiredu) y afro-caribeñas. Según Cornell West, los afroamericanos se enfrentan a dos desafíos interrelacionados: (1) los de la identidad cultural; y (2) los de autodeterminación, vinculados con la lucha política contra el racismo y por una vida mejor. La colaboración entre filósofos afro-americanos y afro-caribeños, así como otros filósofos de la diáspora de América Central y del Sur, ha contribuido a una filosofía africana de la diaspora, que hoy recibe mucha atención. Entre los filósofos relacionados con la diáspora africana en el Caribe y que actualmente trabajan en universidades de los Estados Unidos están Lewis R. Gordon, Paget Henry, Charles W. Mills, John Evans. Demenchonok concluyó que el desarrollo de estas filosofías y su creciente interrelación con otras corrientes filosóficas muestra un creciente intercambio filosófico intercultural.

(2) La segunda conferencia, que tuvo lugar en CECIES, fue dedicada a Los retos a la democracia en el siglo XXI. Al inicio, Demenchonok comentó su participación en el 9º Congreso Latinoamericano de Ciencia Política, organizado por la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (ALACIP) en Montevideo, 26 al 28 de julio de 2017. Su tema fue “¿Democracias en recesión?”. Las ponencias de muchos participantes del Congreso diagnosticaron la erosión de las instituciones, partidos políticos y la incredulidad publica en la democracia liberal en América Latina.

Según Demenchonok, estos son síntomas de la crisis de las democracias -- no solamente en América Latina, sino global, inclusive los países de las democracias constitucionales en Europa Occidental y los Estado Unidos. El problema clave de la democracia liberal representativa es la falta de la participación activa de los ciudadanos y la exclusión política. Una de las principales razones estriba en que los representantes elegidos responden a los intereses de las grandes empresas (que proporcionan un apoyo financiero decisivo para las elecciones) antes que a los del pueblo. Síntomas de tal decadencia de la democracia son, entre otros: la polarización económica y política de la sociedad; la dominación por parte de las grandes empresas del “complejo industrial-militar-político”; el monopolio del sistema electoral por dos partidos mayores, donde “la voz del dinero” asfixia las voces de los ciudadanos electores; la reducción de las libertades civiles; la invasión a la privacidad de los ciudadanos y un sistema de la vigilancia electrónica total.

Las doctrinas liberales fallaron a causa de su visión determinista, por suponer que “un mercado libre” y las instituciones democráticas “automáticamente” garantizarían el progreso económico y social. En el ámbito político, es una ilusión creer que, por sí mismos, una constitución democrática, las instituciones y el derecho de votar en las elecciones de los representantes materialicen el poder del pueblo. Dentro de un sistema capitalista depredador (denominado "neoliberalismo") encaminado a entregar todo en la sociedad a la apropiación individual y corporativa, la democracia en los últimos tiempos se ha movido en la dirección de la apropiación y el dominio. La racionalidad neoliberal, al tiempo que deja intacta la cáscara de la democracia, en última instancia, socava la democracia y la deja hueca desde el interior.

“El déficit de la democracia” y la necesidad de democratizar la democracia se analizan en teóricos de “la democracia radical”, como Claude Lefort, Sheldon Wolin, Miguel Abensour, Étienne Balibar y Jacques Rancière, entre otros. Ellos conciben la política no como relacionada con las instituciones, sino como proceso y actividad. Parten de las ideas de Hanna Arendt que anclan la democracia en la acción como una categoría fundamental de la condición humana, y en la expresión directa de la libertad y la igualdad prometiendo un cambio social. Este tipo de política democrática puede surgir fuera de las instituciones y como una demanda pública de transformarlas. Un camino hacia la verdadera democracia es doble: liberar a la democracia de su papel como instrumento de legitimación formal del sistema de poder y reapropiarse de él como medio para que el pueblo pueda atender sus necesidades y luchar por sus derechos.

Un sistema representativo es necesario, pero no es suficiente, y debe ser complementado por la participación activa de los ciudadanos en la gobernación democrática en todos los niveles: local, federal, nacional e internacional. En América Latina, en las últimas décadas han surgido nuevas formas de participación. Éstas incluyen deliberaciones y acciones colectivas en un nivel local, como los consejos comunales, el autogobierno indígena o iniciativas ciudadanas, los presupuestos participativos (orçamentos participativos) en Brasil y las asambleas constitucionales en Bolivia. Éstas formas de participación incluyen a la ciudadanía en procesos legislativos y administrativos, incrementando la transparencia y la responsabilidad en la elaboración de políticas públicas.

El tema de la democracia participativa y su relación con la democracia representativa se profundiza por Enrique Dussel en su política de la liberación en el marco de una reorientación hacia una teoría más amplia de la sociedad. Él plantea la problemática de la participación ciudadana institucionalizada en tesis que se oponen tanto al conservadurismo neoliberal como al izquierdismo anarquista. Él sostiene que los términos políticos deben abordarse no como antagónicos sino como complementarios dialécticamente: “democracia participativa articulada con democracia representativa, fortalecimiento del Estado desde el horizonte de la disolución del Estado y ejercicio democrático participativo con liderazgo político”. Dussel propone diversos modos de la institucionalización participativa y distingue ocho niveles verticales de articulación posible de la participación y la representación en la democracia futura: la comunidad en la base; comunal (condado); municipal; provincial; regional; federal; regional; e internacional. Las instituciones participativas cumplen con una función fiscalizadora de la burocracia del gobierno, permiten el control popular de abajo hacia arriba. Él subraya que no se trata de meramente mejorar los logros del liberalismo, sino de partir de nuevos supuestos, que implica una democracia que es a la vez “transliberal” y “transcapitalista”: “Es la revolución política que cubrirá todo el siglo XXI”.

Demenchonok hizo hincapié en que todos los logros democráticos han sido el resultado de las luchas populares por sus intereses legítimos, de los esfuerzos de los movimientos sociales para implementar cambios en la legislación y en las prácticas sociopolíticas. Es necesaria la transformación estructural radical del sistema socio-económico por medios no violentos y democráticos.

Durante la discusión, los participantes hicieron preguntas como: “¿Dónde está el sujeto político para democratizar la democracia?” Demenchonok contestó que, desafortunadamente, el sistema dominante logró controlar los movimientos de protesta durante las décadas de 1970-80, de corromper la población por el consumismo y la manipulación del “lavado cerebral”. La falta de resistencia por parte del pueblo hizo posible “la revolución neoconservadurista” [mejor dicho, la contrarreforma o contrarrevolución reaccionaria] y la ofensiva extrema-derechista. Por el momento, no se ve el sujeto político adecuado, pero hay que crearlo, inclusive a través de la educación. El futuro de la democratización de la democracia depende en gran medida de los movimientos sociales y los actores políticos interesados y capaces de promoverla.

(3) La tercera conferencia, que tuvo lugar en Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, fue dedicada a El cosmopolitismo en un mundo socio-cultural plural. El enfoque de esta última conferencia fue más bien en la búsqueda de las soluciones de los problemas sociales y globales, [planteados en las conferencias anteriores.] En conexión con la conferencia anterior, Demenchonok articuló el aspecto internacional de la democratización de la democracia. La verdadera democracia debe incluir también la democratización de las relaciones internacionales. ¿Es posible una democracia global o cosmopolita?

En la década posterior a la Guerra Fría empezó un renacimiento de los ideales del cosmopolitismo con posibilidades de implementarlos en práctica. Las ideas de la democratización de las relaciones internacionales fueron expresadas en las concepciones de la “democracia cosmopolita” por varios filósofos, tales como Karl-Otto Apel, Jürgen Habermas, Seyla Benhabib, James Bohman, Daniele Archibugi, Ulrich Beck, Richard Falk y David Held, entre otros. Ellos han elaborado cuestiones normativas y modelos institucionales relacionados con una democracia cosmopolita y han llevado a cabo estudios empíricos de los procesos socioeconómicos que pueden motivar a algunos movimientos sociales y agentes políticos a llevar a cabo tales transformaciones.

Pero la política hegemónica del superpoder militar desde el inicio del siglo XXI bloqueó estas posibilidades. Esta política ve la unidad del mundo unipolar como integrado bajo la dominación global de EEUU con sus aliados (condominimum).

Tal política es opuesta a las ideas del mundo multipolar o policéntrico de las naciones soberanas, de quienes colaboren multilateralmente como iguales sobre la base del derecho internacional en solución de los problemas globales para un beneficio mutuo. Tal colaboración podría con el tiempo crear condiciones para una orden cosmopolita. El pensamiento cosmopolita aspira a alcanzar un ideal más allá de un sistema centrado en el Estado, un orden político libre de dominación, intercultural y dialógico. Además, se opone a la pretensión de la hegemonía global. La alternativa ideal sería un mundo libre de cualquier dominación hegemónica. El cosmopolitismo es un proyecto contra-hegemónico. Así, la oposición hegemonía/cosmopolitismo se destacó en la lucha por el futuro de la humanidad.

Demenchonok analizó los retos a la teoría de la democracia cosmopolita ante la política unilateral de la hegemonía global. La alternativa ideal sería un mundo multicéntrico y de cooperación multilateral, libre de cualquier dominación hegemónica. Él se enfocó en las concepciones del "cosmo-federalismo” de Raffaele Marchetti y de “la cosmopolítica democrática desde abajo” de James Ingram, quienes tratan de unir los modelos normativos de la democracia cosmopolita con las luchas políticas de los movimientos sociales por la aplicación práctica de los principios universales de libertad, igualdad y justicia. La lucha contra la desigualdad e injusticia sólo puede ser efectiva si se lleva a cabo a todos los niveles del sistema democrático –local, municipal, estatal, federal, regional y mundial, hacia un orden mundial cosmopolita.

Al encarar los desafíos, los teóricos tienen que repensar críticamente las ideas tradicionales del cosmopolitismo y sus supuestos filosóficos y metodológicos para renovarlo. En la conferencia se abordó el “nuevo cosmopolitismo” y sus características principales, tales como: crítico, democrático, dialógico y transformativo. A su desarrollo contribuyen filósofos, tales como Kwame Anthony Appiah, Fred Dallmayr, Gerard Delanty, Eduardo Mendieta y Walter Mignolo, entre otros. Jacques Derrida se refiere a “la democracia por venir” como el potencial futuro no realizado pero realizable de los arreglos políticos democráticos dentro de los estados soberanos, de conformidad con el derecho internacional, “más allá del cosmopolitismo”, con el fin de lograr un grado mucho más alto de justicia social. Seyla Benhabib argumenta que el entrelazamiento de las luchas de la interacción democrática dentro de una sociedad civil global y la creación de solidaridades más allá de las fronteras, tiene un efecto “jurisgenerativo”, anticipando “un cosmopolitismo por venir”.

Demenchonok concluyó su análisis diciendo que el nuevo cosmopolitismo no es sólo un ideal atractivo, sino un proyecto viable emergente que ofrece una alternativa a la política hegemónica y que conduciría a la normalización del sistema internacional y a las condiciones para una transición gradual a un orden mundial cosmopolita. [Hoy en día] La humanidad se encuentra en una encrucijada histórica entre las amenazas [de los problemas] globales y la posibilidad de solucionarlos, lo que requiere la transformación social y la democratización genuina de las relaciones dentro de la sociedad y de las relaciones internacionales. En último término, el destino de la humanidad depende de la gente misma en tanto sujeto de la creatividad histórico-cultural, en tanto actor y, a la par, espectador del drama histórico.

Durante la discusión, [por ejemplo], Alcira B. Bonilla comentó el concepto de Jacques Derrida de “la democracia por venir”, diciendo que Derrida tenía en cuenta un “Estado fuerte” en Francia y era un crítico del Estado nacional que limita las libertades de los ciudadanos. Él defendía los derechos humanos, inclusive los derechos de los refugiados.
Además de las tres conferencias mancionadas, Dina Picotti invitó a Edward Demenchonok a dar una conferencia en la Universidad Nacional de General Sarmiento. Pero esto coincidió con un evento –la visita a la Universidad del Cristina Kirchner como candidata al Senado. Entonces Demenchonok tuvo la grata oportunidad de ver la vida política en la compañía electoral.

E.D.



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