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Date :  2017-06-20
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“Guerreros primero” en la América de Trump


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Donald Trump pasa revista a los soldados americanos durante una visita al Comando Central estadounidense en la base de la Fuerza Aérea MacDill en Tampa, Florida. Sgt. Alan Belser / Zuma Press / PA Imágenes. Todos los derechos reservados.

El primer trimestre del mandato del Presidente Donald Trump ha venido a demostrar que el lema "América Primero" era, en realidad, "Guerreros Primero". Desde enero de 2017, se ha incrementado el énfasis que los Estados Unidos han puesto en mostrar músculo militar, censurar países y posicionarse belicosamente –un énfasis que ya era evidente desde el final de la Guerra Fría, y más aún después del 11 de septiembre. Trump no es un aislacionista, sino un Presidente dispuesto a desplegar su propia versión de la supremacía americana, en tiempos de erosión de la hegemonía mundial estadounidense. Si la supremacía puede resumirse como una estrategia global en virtud de la cual Washington no tolera, y debe evitar, el ascenso de cualquiera que aspire seriamente a desafiar la preponderancia estadounidense, entonces George W. Bush la practicó con vehemencia, Barack Obama trató en cierta medida de calibrarla, y Trump optó por una versión arrogante y agresiva de la misma. Existen varios indicios que apuntan en esa dirección.

En primer lugar, la presencia militar en el gobierno Trump es manifiesta. Se trata de nombramientos de figuras centrales en el Departamento de Defensa (el general Mattis), en el Departamento de Seguridad Nacional (el general Kelly), y en el Consejo de Seguridad Nacional (el general McMaster). También ocupan cargos relevantes personas vinculadas con la industria de defensa y los grupos de presión: Heather Wilson (Departamento de Defensa), Ben Cassidy (Departamento de Seguridad Nacional) y Keith Kellogg (Consejo de Seguridad Nacional). Diversos miembros de la línea dura son ahora funcionarios clave en la administración, como los que están contra el matrimonio-igualitario, contra los derechos de los transgénero y contra la planificación familiar, y los que están a favor de dejar de financiar programas de lucha contra el VIH / SIDA. Mike Pence es ahora el vicepresidente; Scott Pruitt, un negacionista del calentamiento global ,ha sido nombrado a la Agencia de Protección Ambiental; el negacionista del cambio clim a prisionerosal de Comercio); yl pro-gnanciar desafiarático Mike Catanzaro, dirige ahora el Consejo Económico Nacional; Jeff Sessions , que defiende la guerra contra las drogas y la política anti-inmigración, es ahora Procurador General; la partidaria de restricciones migratorias Julie Kirchner ha sido nombrada ombudswoman de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración; el agresivo crítico del comercio Peter Navarro dirige ahora el Consejo Nacional de Comercio); y el defensor de la tortura y del abuso a prisioneros Mike Pompeo es el director de la CIA.

En segundo lugar, la administración ha decidido aumentar el presupuesto de defensa en 54.000 millones de dólares, mientras recorta capítulos como educación, salud, medio ambiente y cooperación internacional no militar. Además, y según la red de expertos de la sociedad civil Forum for Arms Trade, la Agencia de Cooperación de Seguridad de Defensa, con la bendición del Departamento de Estado, notificó al Congreso una cifra de ventas de armas récord para cualquier gobierno: 9.257,7 millones de dólares en los primeros cuatro meses. Más aún, el presidente Trump firmó un acuerdo de venta de armas con el régimen autocrático del Rey Rey Salman bin Abdulaziz Al Saud de Arabia Saudita por un valor de 110.000 millones de dólares.

En tercer lugar, la administración Trump es, muy probablemente, la menos atenta a cuestiones de derechos humanos y de democracia internacional desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La defensa y promoción de los derechos humanos no representa intereses vitales, ni siquiera secundarios, para la política exterior estadounidense. No se trata de una realpolitik estricta, o de una amoralidad absoluta, sino que puede que sea el resultado de un proceso más complejo y contradictorio, que tiene que ver con el deterioro gradual de la democracia estadounidense, tanto en su nivel doméstico como en su proyección exterior.

Cuarto, y sin que responda a ningún propósito estratégico o impacto militar significativo, la administración republicana lanzó 59 misiles Tomahawk sobre Siria, y también hizo estallar la llamada "madre de todas las bombas" (MOAB en sus siglas en inglés) sobre Afganistán. Curiosamente, tanto nuevos cruzados de derechas como viejos neoconservadores y liberales tradicionales parecen estar de acuerdo en la utilidad de la fuerza por sí misma, sin ningún tipo de valor político o militar a largo plazo.

En quinto lugar, el lenguaje islamofóbico, la retórica belicista frente a Irán, las filtraciones vinculadas a una posible acción militar unilateral contra Corea del Norte, las críticas a aliados europeos como Alemania, las advertencias ominosas a la OTAN, las amenazas de acabar con el tratado de comercio con Corea del Sur, la ambigüedad con respecto a la ayuda post-conflicto y al apoyo a Colombia son ahora, por ejemplo, comentarios y actitudes habituales, tanto en privado como en público, entre altos funcionarios gubernamentales y el propio Presidente, como si proyectar un Washington explosivo y beligerante haya sido el estilo preferido para tratar con amigos y enemigos por igual.

En sexto lugar, la administración Trump parece obsesionada en parecer dura: dura con el comercio, dura con ISIS, dura con las fronteras, dura con el crimen, dura con los extranjeros, dura con la guerra, dura con los enemigos, dura con Cuba, dura con los aliados, dura con el medioambiente, dura con China. Pero estas fijaciones se están mostrando incapaces de sostener y hacer avanzar una estrategia global realista para los Estados Unidos: son el símbolo de su debilidad material, su desorientación política y su empeño equivocado.

A fin de cuentas, "Guerreros primero" es, simplemente, una receta para las crisis, tanto nacionales como internacionales. Y así, paradójicamente, no es que Washington deba estar más pendiente de lo que sucede en el mundo; es el mundo el que debería estar preocupado por lo que está pasando en los Estados Unidos.


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