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Date :  2017-03-15
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Bolivia: los derechos de las mujeres en debate ¿la historia de nunca acabar?


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Hacia un nuevo Código Penal

La Cumbre Nacional de Justicia celebrada en junio de 2016 planteó, entre otras propuestas, la elaboración de un nuevo Código Penal, que actualmente está siendo debatido en la Asamblea Plurinacional (Parlamento). Se indica que su base son diez pilares o principios que procuran encontrar justicia para todos y todas. El quinto pilar expresa textualmente la “priorización de la protección y reparación a las víctimas, especialmente a niñas, niños y adolescentes, mujeres en situación de violencia…implantando el nuevo paradigma de la justicia restaurativa”.

Si bien aborda numerosísimos temas en sus más de seiscientos artículos, la polémica que instalaron algunos medios de comunicación e instituciones se ha centrado en la cuestión del aborto, desperdiciando en todo caso la oportunidad de conocer un instrumento legal que regirá la vida de la ciudadanía en muchos otros aspectos.

Lo inaudito del asunto es que el nuevo Código ni siquiera pretende despenalizar el aborto, sino que sencillamente agrega causales para que no sea punible. De ese modo, a las causales existentes en la actualidad (estupro, violación, incesto, minoría de edad, peligro para la vida o la salud de la madre, malformaciones fetales incompatibles con la vida) se agregarían ahora la situación de calle o pobreza extrema, la falta de recursos suficientes para la manutención propia (de la mujer) o de su familia, el hecho de ser estudiante, el ser madre de tres o más hijos e hijas, y el no contar con recursos suficientes para la manutención de los mismos. La condición para estas nuevas causales es que la interrupción del embarazo sea solicitada por la mujer, se realice por única vez, y durante las primeras ocho semanas de gravidez.

¿Vida en abstracto o vidas concretas?

En su explicación acerca de los cambios propuestos, la presidente de la Cámara de Diputados manifestó que lo único que se está haciendo es adecuar el tipo penal a la realidad boliviana. Esto es, asumir las complejidades de vidas concretas y casos específicos, mujeres con nombre y apellido, rostros con historias dramáticas y dolorosas que siguen interpelando a las declaraciones etéreas que machacan con proclamas generales en “defensa de la vida”.

Pero ¿qué dice hoy esa realidad boliviana con relación al aborto? La cientista social Lourdes Montero indica en su columna del matutino La Razón que, según el Instituto Nacional de Estadísticas, se producen cada año no menos de 40.000 abortos, que a su vez provocan unas 650 muertes de mujeres al año. En el país la tercera causa de muerte materna es producida por las complicaciones de abortos realizados en condiciones precarias (frente a ese sombrío panorama, desde febrero de 2014, cuando el Tribunal Constitucional emitió un fallo condicionando la penalización de las interrupciones, sólo se practicaron 120 abortos legales...). Agregaremos a eso los insondables vericuetos y trámites médicos y legales, la condena social, la estigmatización religiosa, la doble moral imperante, las limitaciones económicas a la hora de recurrir a un centro de salud seguro, y otros engranajes que funcionan como obstáculos insalvables o como aparatos promotores de culpa, despojando a las mujeres del derecho a decidir sobre sus cuerpos.

Como señalamos más arriba, en el debate hicieron su aparición los clásicos defensores de la vida genérica, ideal, abstracta, sin rostro concreto y sin historia, fácil de declamar. La primera piedra fue arrojada según la tradición por la Conferencia Episcopal Boliviana, mediante un documento en el que sólo menciona dos veces la palabra mujer, y en ambos casos como objeto (violentada por el aborto, o beneficiaria de políticas públicas). No es casual, ya que se trata de una de las escasísimas instituciones que en el mundo actual discrimina a la mayor parte de su feligresía, negándole incluso derechos elementales de los que sí disfrutan los varones. Como perla del documento, denuncia las nuevas propuestas del Código Penal a ser aprobado como “colonización ideológica extranjera”, argumento insólito, en particular si tomamos en cuenta que en la construcción del catolicismo influyeron numerosas civilizaciones, pero que además él mismo fue implantado en estas tierras a sangre y fuego.

También han hecho su aparición algunas asociaciones de médicos, que se rasgan las vestiduras como si acabaran de descubrir el tema del aborto, y apelan hipócritamente a una angelical objeción de conciencia para evitar operar en interrupciones de embarazos. Un recurso que paradójicamente no aplican cuando se trata de lucrar con la medicina o estafar a pacientes.

Volviendo a lo que realmente importa, es necesario decir que la lucha de las mujeres bolivianas por sus derechos es un combate sin tregua que experimenta en estos días un capítulo particularmente arduo. Se trata ni más ni menos que de la defensa del primer territorio a emancipar: el propio cuerpo, condición indispensable para la emancipación de los demás territorios, y por eso mismo elemento de máximo interés para todos los poderes que se benefician de su control y expropiación.


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