Corriente de pensamiento orientada a producir un Estado de bienestar y un tipo de gobierno ejercido para satisfacer a la ciudadanía, bajo el apotegma de que el poder reside en la comunidad o en el pueblo, el cual puede llegar a delegarlo provisoriamente en sus representantes. La constitución y las leyes fundamentales también resultan expresión soberana de la voluntad popular. Entre la amplia gama de sus exponentes iniciales se encuentran los nombres de teóricos que van desde Cicerón o Maquiavelo hasta Juan Jacobo Rousseau, pasando por un abanico político que comprende a los jacobinos franceses o a patriotas latinoamericanos como Bolívar, Mariano Moreno, Artigas y Monteagudo. Un antecedente regional, ilustre y específico, lo constituye el Diccionario para el pueblo, lanzado por Juan Espinoza en Lima hacia 1855-1856.
A diferencia de la ideología liberal, el republicanismo se halla más centrado en el ciudadano que en el individuo, en el bien común que en el interés personal, en los electores que en los consumidores; constituye una apuesta mayor por la deliberación, la participación igualitaria y la ausencia de dominación, en tanto valores superiores a los de la libertad negativa, entendida como falta de restricciones y de interferencias para desenvolverse.
Por otro lado, no se trata de reivindicar un mero aparato jurídico-formal sino de plantearse una suerte de ideal o principio ético regulador y cercano a las utopías. En tal sentido, si bien el republicanismo se muestra partidario de la idea de nación, también puede otorgársele un alcance extraterritorial, por su apego a la justicia y a la fraternidad. Para la construcción de la sociedad cobran importancia factores rituales como el civismo y el trabajo, la honestidad y la transparencia, el altruismo y el cooperativismo, la laicidad y la instrucción pública como instrumento nivelador.
Se ha destacado la incidencia que puede adquirir el ideario republicano para los países latinoamericanos vulnerados por el modelo neoliberal. Con ello no se está por cierto fomentando el paradigma de las repúblicas oligárquicas regidas por elites gobernantes y por una intervención limitada de la ciudadanía sino por el contrario la plena intervención de masas populares tradicionalmente marginadas. Esta vertiente, cimentada en un republicanismo democrático y radical, se aproxima a una imagen del hombre como un ser esencialmente sociable, mientras cuestiona el credo prejuicioso y autoritario sobre la república como el ámbito donde impera de suyo el desorden y la anarquía.
En síntesis, desde un punto de vista alternativo el espíritu republicano supone, entre otras cuestiones, una apuesta por un amplio y efectivo patriotismo, por la militancia política y los derechos humanos, por el interés público sobre el privado, por la ciudadanía y la soberanía popular, por la libertad y la independencia de las naciones, por la protección del más débil y los pueblos sumergidos, por la función reparadora del Estado, en detrimento de las grandes concentraciones de riqueza y a favor de la redistribución del ingreso.
Cuando se ataca a las nuevas variantes populistas –como demagógicas y antidemocráticas- se está atacando en definitiva también al mismo legado republicano tributario del movimiento emancipador, habida cuenta de que el republicanismo puede hallarse en la base del populismo, tan denostado en estos días por los aparatos mediáticos, servidores del establishment y manipuladores de la info-comunicación.
En medio de enormes parapetos –como los que levantaron los realismos político y periférico, junto a la ideología sobre la incapacidad de nuestros pueblos, la entronización del capitalismo y el resurgimiento de un neoccidentalismo culturoso–, afloran hoy en nuestra América nuevas formas de vincularse el Estado con la comunidad, mediante democracias más sustantivas y menos nominales, en las cuales se verifica incluso la vigencia de un sujeto tradicionalmente ausente: el otro total, el indígena, ocupando un rol protagónico decisivo.
Ese talante innovador no deja de responder a un trasfondo republicano y, además de reflejar transformaciones estructurales que se están produciendo en países del Cono Sur como Bolivia y Ecuador, denota la presencia de un pensamiento crítico y su apertura hacia los grandes ninguneados de la historia.
Fuentes: AA.VV., “Republicanismo: un debate político de nuestro tiempo”, en Revista de Occidente, 247, diciembre 2001 – J. Espinosa, Diccionario para el pueblo, 2da.edición, Lima, Pontificia Universidad Católica, 2001 – R. Follari, “Neopopulismo”, en http://www.cecies.org - T. Ferenczi (dir.), La politique en France, París, Larousse, 2004 – S. Giner, “Las condiciones de la democracia republicana”, marzo 2002, en www.alcoberro.info/rerpublica7.htm - P. Pettit, “Liberalismo y republicanismo”, en M Canto-Sperber (dir.), Diccionario de Ética y de Filosofía moral, México, FCE, 2001 – G. F. F. Schweinheim, “Reivindicación del populismo, demandas republicanas y construcción institucional del Estado”, en www.asociacionag.or.ar – H. Biagini, “El reto de la izquierda plebeya”, en su libro Identidad argentina y compromiso latinoamericano, Lanús, UNLa, 2009.