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Date :  2014-05-16
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La protección del ciberespacio


El Brasil acogió recientemente NETmundial, la primera conferencia mundial sobre la gestión de la red Internet, a la que asistieron 800 representantes de gobiernos, grandes empresas, organizaciones de la sociedad civil y tecnólogos. La reunión, basada en la colaboración de múltiples partes interesadas, produjo un documento de “resultados” de doce páginas.

Sin embargo, al final de la conferencia seguía sin haber consenso sobre la cibergestión mundial. Muchos gobiernos seguían propugnando los procedimientos tradicionales de votación de las Naciones Unidas para la adopción de decisiones mundiales y defendían su derecho a controlar las ciberactividades dentro de sus países.

En cierto sentido, no es de extrañar. Al fin y al cabo, aunque la red Internet es un recurso mundial complejo, que todo lo abarca y en rápida evolución, lleva poco tiempo con nosotros. Aunque la Malla Multimedios Mundial fue concebida en 1989, tan sólo en los quince últimos años se ha multiplicado el numero de sus sitios y la tecnología de Internet ha comenzado a transformar las cadenas mundiales de suministro. Desde 1992, el número usuarios de Internet se ha disparado desde un millón hasta casi tres mil millones. Así de sencillo, la red Internet pasó a ser un substrato de la vida económico, social y política.

En sus primeros tiempos, se consideraba con frecuencia la red Internet el más igualitario conducto para la circulación de información libre: un precursor del fin de los controles estatales, pero la realidad es que los Estados y las jurisdicciones geográficas siempre han desempeñado un papel fundamental en la regulación de la red Internet... o al menos lo han intentado. Sin embargo, ésta plantea, en última instancia, un importante imperativo a la gobernación, ejemplificado en los intentos en marcha de entender las consecuencias de la movilidad ubicua y la compilación y almacenamiento de “macrodatos”.

El imperativo de la gobernación se debe a que el ciberespacio es una combinación de propiedades virtuales, que desafían las fronteras geográficas, e infraestructuras físicas, que quedan comprendidas en las jurisdicciones soberanas. El control de la capa física puede tener efectos a la vez territoriales y extraterritoriales en las capas virtuales. Al mismo tiempo, se pueden lanzar ataques desde la esfera virtual y de bajo costo contra la esfera física, en la que los recursos son escasos y costosos.

La red Internet comenzó como un pueblecito de usuarios conocidos, en el que no era necesaria una capa de código de autenticación y la formulación de las normas era sencilla, pero después creció y todo cambió. Aunque el ciberespacio ofrecía las ventajas del acceso a la información y la comunicación fácil a un número cada vez mayor de personas, se convirtió en un caldo de cultivo para la delincuencia, los ataques informáticos y las amenazas a los Estados.

Las medidas encaminadas a limitar los riesgos en ese medio inestable se han centrado en la creación de redes privadas y “jardines amurallados” (plataformas cerradas), ciberequivalentes de los terrenos cercados que se utilizaron en el siglo XVII para resolver “la tragedia de los bienes públicos” de aquella época, pero entraña el riesgo de fragmentación, que, si se permite que llegue demasiado lejos, podría limitar los beneficios económicos de la red Internet.

En vista de que la seguridad es una función tradicional del Estado, algunos observadores creen que una inseguridad cada vez mayor impondrá un papel mayor para los Estados en el ciberespacio. De hecho, los relatos de ciberguerra pueden ser exagerados, pero el ciberespionaje es desenfrenado y se supone que más de 30 gobiernos han creado capacidades ofensivas y métodos para la utilización de ciberarmas. Desde que se utilizó el virus Stuxnet para alterar el programa nuclear del Irán en el período 2009-2010, los gobiernos se han tomado muy en serio las ciberarmas.

Los gobiernos quieren también proteger a sus sociedades de lo que se transmite por la red Internet. Por ejemplo, el Gobierno de China no sólo ha creado un “gran cortafuegos” de filtros informáticos, sino que, además, impone a las empresas la obligación de hacerse cargo de la censura de sus contenidos públicos y, si China se ve atacada, tiene la capacidad para reducir sus conexiones a la red Internet.

Pero el Gobierno de China –y otros que ejercen la censura en la red Internet– siguen queriendo recoger los beneficios de la conectividad. Esa tensión provoca avenencias imperfectas.

Una tensión similar se da en el intento de crear normas internacionales de gestión de la red Internet. Mientras que el objetivo de los países autoritarios como China y Rusia es la “seguridad de la información”, incluida la clase de censura que se prohibiría en países como los Estados Unidos, las democracias occidentales persiguen la “ciberseguridad”.

Esa divergencia resultó patente en 2012, en una conferencia celebrada en Dubai por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) de las Naciones Unidas. Aunque la reunión versaba claramente sobre la actualización de la reglamentación de la telefonía, la cuestión subyacente era el papel de la UIT en la gestión de la red Internet.

Los regímenes autoritarios y muchos países desarrollados creen que su planteamiento de la soberanía, la seguridad y el desarrollo se beneficiaría de los procesos multilaterales que emplea la UIT, pero los gobiernos democráticos temen que dichos procesos sean demasiado engorrosos y socavarían la flexibilidad del planteamiento consistente en la colaboración de “múltiples partes interesadas”, que subraya la participación de los sectores privados y sin ánimo de lucro, además de los gobiernos. El resultado de la votación en Dubai fue 55 a favor y 89 en contra de los gobiernos “democráticos”.

Ese resultado inspiró preocupación por una crisis en la gestión de la red Internet, que la reciente conferencia celebrada en el Brasil alivió, pero sólo ligeramente. Seguiremos informando. Hay muchas más conferencias programadas sobre la cibergestión... y mucho más trabajo por hacer.


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