El proceso de la comunicación humana suscita interés desde la Antigüedad, pero no es hasta la segunda mitad del siglo XX que la comunicación se convierte en uno de los ámbitos punteros de la investigación científica: constituye un objeto de estudio de disciplinas como la sociología, la antropología, la filosofía, la psicología social, la economía, la física, la educación, las ciencias políticas, etc. La interconexión de diversos ámbitos, como por ejemplo el audiovisual, el informático y el de las telecomunicaciones, aumenta considerablemente el número de circuitos de transmisión de información, los cuales cada vez más se organizan en redes. La democratización de la comunicación, especialmente a partir de los años 80 del siglo pasado que dan la bienvenida a la «sociedad de la comunicación» caracterizada por un auge espectacular de las nuevas tecnologías de la comunicación, posibilita el acceso a la cultura y a las diferentes formas de expresión creativa. De este modo, contribuye a la democratización de la propia cultura, no en el sentido de una participación uniforme, sino marcando la dirección hacia una apertura a los diferentes valores culturales. Caracterizado por el poderoso ascenso de las redes, el final del siglo XX recibe acertadamente el nombre de “edad de las redes”; es en esta época, además, cuando estas redes desarrollan su potencial a favor de nuevas formas de interacción, socialización y participación. La comunicación pasa a ser uno de los objetivos esenciales de nuestra sociedad.
En los trazos que marca una comunicación horizontal e interactiva encontramos las redes de investigación en diferentes ámbitos como la salud y la alimentación, el medioambiente, las ciencias sociales, con un desarrollo particular en los ámbitos de la cultura y del desarrollo cultural. ¿A qué se debe este desarrollo? Ante todo, al hecho de que las redes culturales puedan tejerse en todas las regiones del mundo, independientemente de su nivel de desarrollo y de los desequilibrios que existan en el comercio internacional. Con la ayuda de las redes culturales, las sociedades y los diferentes sistemas de producción pueden integrarse en el sistema de la comunicación fomentando la promoción de sus culturas y de sus especificidades culturales. Las redes culturales representan un modelo flexible de comunicación abierto y heterogéneo que permite a una sociedad conocer los problemas de otras sociedades y, así, poder comprender sus propios dilemas. Las redes culturales fomentan la ampliación de posibilidades y objetivos sobre una base no jerárquica y promueven nuevas formas de creación y de cooperación internacional. Gracias a la puesta en circulación de diferentes ideas y valores, las redes han pasado a ser el medio en el que se llevan a cabo las nuevas formas de intercambios de experiencias culturales, de participación cultural y de diálogo intercultural. Uno de los elementos esenciales para la promoción del diálogo intercultural que aportan las redes culturales es un enfoque democrático y no discriminatorio de la cultura, la apertura a otras culturas, el despliegue de un espacio cada vez más amplio para el diálogo y la cooperación. A menudo se destaca que la Europa intercultural es una cuestión de redes: demuestran que el pluralismo cultural es una posibilidad de interacción en la que las culturas expresan no solamente sus especificidades y su diversidad, sino también su tolerancia a otras culturas.
Las redes culturales desempeñan un papel decisivo a nivel internacional en la promoción de la diversidad cultural. La puesta en red de culturas conlleva una nueva dinámica de la diversidad cultural a nivel mundial. El sentido del sintagma «puesta en red de culturas» (networking of cultures) se basa en tres aspectos, es decir: cultura, comunicación y nuevas tecnologías. Mediante la organización en red, las nuevas tecnologías modifican los medios de comunicación de contenidos culturales. La vida cultural se desinstitucionaliza y los asociados no gubernamentales, los nuevos agentes, adoptan un papel cada vez más importante en el desarrollo cultural en todos los niveles: local, regional, interregional y mundial. Las redes culturales introducen en las relaciones internacionales nuevas ideas, formas y métodos de trabajo basados en la inexistencia de estructuras cerradas. Por esta razón el informe mundial de la UNESCO sobre la diversidad cultural destaca el papel y la importancia del pluralismo cultural. Así pues, nuestro mundo globalizado puede entenderse como una red de diferentes culturas que coexisten y sienten una necesidad permanente de mantener relaciones interactivas para poder existir y desarrollar valores, creaciones y nuevas prácticas.
Las redes culturales abarcan un extenso campo de actividades: desde el intercambio de información, la educación y la gestión, la movilidad de los artistas, hasta las investigaciones y los proyectos comunes, incluyendo sectores como museos, música, teatro, edición, bibliotecas, patrimonio cultural, diseño, etc. Las numerosas actividades de las redes culturales (europeas y mundiales), como por ejemplo las de la plataforma política por las artes y la cultura (Culture Action Europe), las de la red europea de gestión cultural y de educación en política cultural (ENCATC), las de la Fundación Asia-Europa (ASEF), las del Observatorio de Políticas Culturales en África (OCPA), las de la Federación Internacional de los Consejos de Arte y de las Agencias Culturales (IFACCA), las de la red de redes de investigación y de cooperación en materia de desarrollo cultural (CULTURELINK); demuestran que su trabajo, por muy diferente que sea, se basa en un enfoque similar que tiene en común el reconocimiento de la diversidad de las culturas como componente de su identidad y como factor que contribuye a la promoción de su interacción.
En el siglo XXI se produce una nueva transformación de las redes al pasar de la puesta en red de culturas (networking of cultures) a las culturas puestas en red. Pero este proceso no significa que el papel de las redes se haya acabado: la aparición de las culturas puestas en red no implica el fin de las redes ni su estancamiento. Su futuro se encuentra en unos procesos dinámicos de cambio. En la actualidad, las relaciones internacionales están marcadas por las actividades de las redes transnacionales y transculturales, en cuyo centro se desarrolla la comprensión de la interdependencia de las culturas. Sin embargo, tal como lo demuestran diversas investigaciones, las políticas culturales, así como las políticas públicas, son generalmente muy lentas a la hora de reconocer este potencial de las redes culturales. Las políticas culturales podrían desempeñar un papel vital en el apoyo a las redes culturales, pero para ello deben ser reestructuradas. Esto requiere nuevos modos de trabajo y de cooperación en un mundo cada vez más interdependiente, donde las redes representan una expresión auténtica del cambio cultural.
Bibliografía:
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Pehn, Gudrun: La mise en réseau des cultures. Le rôle des réseaux culturels européens. Strasbourg, Editions du Conseil de l'Europe, 1999, 117 pp., ISBN 92-871-3924-5
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