"Un indio bueno es un indio muerto", se decía antiguamente al oeste de Pecos. Después, el indio bueno se convirtió en un indio de museo, igualmente muerto...Un objeto de curiosidad o de estudio, que auscultabamos sin dejarle hablar. El indio se reducía a un estereotipo.
Esta exposición, que parte al reencuentro de diez millones de indios de México, constituye una verdadera manifestación cultural: los indios se nos revelan como verdaderos sujetos, autores de su identidad, productores del sentido de sus obras.