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Date :  2007-04-19
langue :  Espagnol
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Monroe y Bolívar

Monroe y Bolívar

Source :  Dorval Brunelle


Puesta en perspectiva histórica

Después de las primeras independencias (Estados Unidos, 1776; Haití, 1804; Venezuela, 1811; Gran Colombia, 1819; México, 1821; Perú, 1821), las Américas han sido sometidas a numerosas expediciones interiores y guerras de conquista –entre Brasil y Buenos Aires (1825-28), entre Chile, Bolivia y Perú (1837-39); así como a dislocaciones múltiples a costa de México (1836, y después 1846-48), de Gran Colombia (1830) y de la Federación de América central (1837-39). Sin embargo, a pesar de estos conflictos y enfrentamientos, se asistirá muy pronto a la definición de dos grandes proyectos geopolíticos. El primero es el del Presidente James Monroe (1823) (1), el otro, el de Simón Bolívar, sería debatido durante un congreso hemisférico convocado en Panamá, en 1826 –congreso al que los Estados Unidos no serán invitados hasta después de los debates, y al que no estarán en disposición de asistir (2).

El fin de las guerras napoleónicas había conducido a la disolución del imperio español de las Américas, comprometida por el empuje de las insurrecciones llevadas a cabo entre 1815 y 1822 por José de San Martín en Argentina, Bernardo O’Higgins en Chile y Simón Bolívar en Venezuela. Por su parte, los Estados Unidos –una vez concluida la compra de Luisiana por 15 millones de dólares a Napoleón (1803) y la de las Floridas a España (1819 y 1821)– reconocerán las nuevas repúblicas americanas de Argentina, Chile, Perú, Colombia y México, en el mismo año, en 1822. Sin embargo, varias potencias europeas rechazaban reconocer el alcance de los acontecimientos y, entre ellas, España, Francia, e incluso Rusia (3), buscaban sea reconquistar los territorios perdidos, sea extender sus posesiones, una estrategia con la cual Gran Bretaña estaba igualmente en desacuerdo y a la cual ésta se oponía firmemente. Es, así pues, para poner fin a estas veleidades de reconquista que el Presidente James Monroe emite su mensaje en el Congreso, el 2 de diciembre de 1823, en el que declara que el continente americano es a partir de ese momento cerrado a la colonización europea. En su declaración, el Presidente subraya esto: « Le debemos, así pues, a las sinceras y amigables relaciones existentes entre los Estados Unidos y esas potencias el declarar que deberíamos considerar cualquier intento por su parte de extender su sistema a cualquier porción de este hemisferio como peligroso para nuestra paz y seguridad. Con las existentes colonias o dependencias de cualquier potencia europea, no hemos interferido y no interferiremos (subrayado por nosotros). Pero con los Gobiernos que han declarado su independencia y la han mantenido, y cuya independencia hemos reconocido -con gran consideración y con principios- no podríamos ver ninguna interposición de una potencia europea, con el propósito de oprimirles o controlar de no importa qué manera su destino, de otra forma que no sea una manifestación de disposición inamistosa hacia los Estados Unidos.» […] «Es imposible que los poderes aliados extiendan su sistema político a cualquier parte de otro continente sin poner en peligro nuestra paz y felicidad; ni tampoco puede nadie creer que nuestros hermanos del sur, dejados solos, lo adoptarían por propio acuerdo»(4).
Al principio, el mensaje presidencial es más o menos bien recibido por los nuevos países de América, puesto que los Estados Unidos no tienen todavía –en esta época– los medios materiales y militares para sus pretensiones eventuales (5). El mensaje de Monroe no se convertirá en una verdadera « Doctrina Monroe » hasta su incorporación en el Destino manifiesto más tarde en el siglo (6). Es esta doctrina la que legitima desde entonces el intervencionismo de los Estados Unidos en los asuntos de las Américas.
Esta expresión Destino manifiesto se debe a la pluma del periodista John O’Sullivan, que escribió a mediados de los años 1840 –poco tiempo antes del estallido de la guerra contra México, para justificar esta intervención– que la expansión de los Estados Unidos a la grandeza del continente suponía la realización de un destino confiado por la Providencia a los Americanos para asegurar su pleno florecimiento material y el de la civilización. Desde entonces, con la agresión contra México como prueba del apoyo a sus nuevas pretensiones, la oposición política e ideológica central que divide a las Américas hasta ese día es la que pone cara a cara el planteamiento hegemónico de los Estados Unidos de América, por un lado, y por el otro el proyecto de unión de los países de América latina promovido por Bolívar.


La oposición hoy

En el transcurso de los dos últimos decenios, el planteamiento hegemónico de los Estados Unidos ha revestido diferentes formas, como demuestran el proyecto Iniciativas para las Américas (The Enterprise for the Americas Initiative, EAI), lanzado por el Presidente Bush padre, en junio de 1990; el Acuerdo de Libre Cambio de Norteamérica (ALENA), en vigor desde enero de 1994 –el primer acuerdo que reúne países tan desparejados en términos de desarrollo–; así como el proyecto de Comunidad de las democracias lanzado por el Presidente Clinton, en Miami, en diciembre de 1994, cuyo más notable florón era la Zona de Libre Cambio de las Américas (ALCA), que debía reunir a 34 de los 35 países del “hemisferio”, desde 2005 (7).
En cuanto al modelo latinoamericano de integración, el primer acuerdo regional ha sido la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), firmado en 1980, que venía a sustituir a la Asociación Latinoamericana de Libre Cambio (ALALE), creada en 1960. Posteriormente, con el fin de favorecer aún más la integración entre los países de América latina, muchos acuerdos han sido negociados, como la Comunidad Andina de Naciones (CAN), el Grupo de los Tres, el MERCOSUR y el Mercado Común Centroamericano (MCCA). Es el ALADI el que debía asumir la responsabilidad de facilitar la convergencia entre estos acuerdos sub-regionales, pero la coyuntura política ha venido a comprometer seriamente este objetivo, y ello de maneras diferentes. En primer lugar, ha habido elecciones recientes que, llevando al poder a gobiernos llamados « de izquierdas » en Venezuela, Bolivia y Ecuador, han fragilizado a la CAN y han reforzado al MERCOSUR, que pasa a ser el principal acuerdo de integración. Éste cuenta hoy en día con cinco miembros de pleno derecho (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela), cinco miembros asociados (Bolivia, Chile, Perú, Colombia, Ecuador) y dos candidatos (México y Panamá). Pero las cosas no se detienen ahí, puesto que los 12 países de América del Sur (8) han creado la Comunidad Sudamericana de las Naciones (CSN, CSAN, o incluso a veces CASA, es decir, hogar) en diciembre de 2005, y el Presidente Chávez empuja todavía su proyecto bolivariano (9) de integración llamado ALBA (como la aurora). En segundo lugar, existe la estrategia de los tres miembros de la ALENA que han multiplicado las negociaciones de acuerdos de libre cambio con los países de América latina, con el fin de reforzar la legitimidad de un solo gran modelo de integración a escala de las Américas.

En suma, la oposición entre los planteamientos y las visiones de Monroe y de Bolívar siguen presentes y de actualidad en las Américas.


Traducido por Sara Nso




Notas:

(1) Los Estados Unidos acceden al pleno reconocimiento internacional tras la firma del Tratado de Gand con Inglaterra, en 1814 –tratado que pone fin al conflicto entre los dos países, que había estallado en 1812. Es James Monroe el que, a título de secretario de Estado, firmará este tratado. Conviene anotar que entre las demandas británicas juzgadas como « excesivas » por los negociadores de los Estados Unidos se encontraba la cesión de un tercio del territorio para crear un Estado indio. Por otro lado, es esta retirada de la protección imperial la que pondrá a las poblaciones indias a merced del expansionismo y que permitirá la conquista del Oeste « De este modo, al igual que Madison (entonces Presidente) creía que la paz en Europa hacía la paz entre América y Gran Bretaña más fácilmente alcanzable, también creía que los Estados Unidos habían sido exitosos en, al menos, la “reafirmación” de sus derechos nacionales. Él y Monroe fueron conscientes de las demandas iniciales de Gran Bretaña (demandaron a los Estados Unidos –en cierto punto– que cediesen cerca de un tercio de su territorio para crear un Estado indio), y fueron entonces capaces de poner el tratado en el contexto apropiado. La paz, creía, era honorable ». Ver: http://earlyamerica.com
(2) Ver: José del Pozo, Histoire de l’Amérique latine et des Caraïbes de 1825 à nos jours, Québec, Septentrion, 2004, pp. 19-21, así como la nota 2.
(3) Recordemos que Alaska está –en ese entonces– bajo la dominación rusa, y que este territorio no será adquirido por los Estados Unidos hasta la firma de un tratado el 30 de marzo de 1867.
(4) Añadamos a este propósito que dicho compromiso de respetar las independencias había conocido ya serias excepciones en el pasado y que habría de conocerlas en el futuro. En efecto, los Estados Unidos, país esclavista, habían rechazado reconocer la proclamación de la independencia de Haití en 1804, una ex colonia negra, porque esta revolución creaba un precedente perfectamente inaceptable a sus ojos. Posteriormente, no cesarán de impedir que Haití participe en las reuniones de las Américas a causa del mantenimiento de la esclavitud en sus hogares. Comprendemos ahora un poco mejor su incredulidad ante la idea de que los británicos hayan podido intentar impedirles el reconocimiento de un Estado indio recortado del mismo territorio de América del Norte –aquel al que se refería la nota 2 supra.
(5)Ver: José del Pozo, op.cit. p. 19 nota 2.
(6) Ver: el artículo publicado en la Boston Review por Howard Zinn y traducido con el título: « Mitos del excepcionalismo americano », en La Jornada, el 27 de agosto de 2005, p. 32.
(7) El 35º, Cuba, estaba excluido del proceso de negociación.
(8) El décimo tercero es la Guyana francesa, que es un departamento de ultramar y que, a este título, es miembro de la Unión Europea y también, claro, de la zona euro.
(9) Desde la re-elección del Presidente Chávez, el término « socialista » remplaza al de «bolivariano».


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