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Date :  2006-09-07
langue :  Espagnol
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Consideraciones sobre contenidos de la Universidad Europea de la Cultura

Source :  Reyes Mate


1. La nueva Universidad Europea de la Cultura debe partir de dos presupuestos:

En primer lugar, reivindicación de la significación de la cultura en la historia europea y en la idea de Europa. El término cultura remite a un tipo específico de racionalidad, diferente a la que opera en la ciencia y en la tecnología. Europa conoce dos tipos de racionalidad que han marcado su historia. Si la racionalidad científico-técnica está marcada por el dominio de la naturaleza, la racionalidad cultural pone el acento en la historia de la libertad y de la justicia. Una y otra afectan al hombre y la lógica de cada una de ellas plantea un tipo distinto de hombre: si para la racionalidad científica el modelo de hombre es el experimento (el hombre no sólo experimenta sino que él mismo es reducido a objeto de experimentación), para la racionalidad cultural el modelo es la experiencia, es decir, una historia de conquista de la libertad y de la justicia. Por supuesto que esos dos modelos no se dan al estado puro sino que se mezclan y se necesitan. Lo que sí podemos decir es que el hombre es cada vez más su propio experimento y menos el sujeto de una historia crítica, de ahí la necesidad, más allá de la invocación a los dos culturas, de ofrecer un modelo de formación basado en la primacía de la racionalidad cultural.

En segundo lugar, una propuesta concreta de trabajo realmente innovadora. No podemos repetir esquemas de la universidad clásica. Para lograrlo conviene que cada sede haga una propuesta creativa. Esto puede plantear problemas de solapamiento o de indefinición de la especificidad de cada sede, que habrá que resolver a la vista de las propuestas.

2. Propuesta del Instituto de Filosofía del CSIC, Madrid :

Para el IF del CSIC, la forma de concretar ese tratamiento crítico de la cultura sería enfocándola desde la categoría memoria. La respuesta a la consideración del hombre como experimento es remitirle a su propia memoria, es decir, que tenga en cuenta que es el sujeto contradictorio de una historia dolorosa de libertad. De la lectura crítica de esa historia depende que el proceso de humanización prospere o decaiga, avance o retroceda.

Esto significa que consideramos a la memoria como la condición de posibilidad de una reflexión contemporánea sobre la ciencia, la moral, la política, el derecho y la estética. No nos parece que podamos soslayar el Imperativo Categórico de Adorno, a saber, “reorientar el pensamiento y la acción para que la barbarie no se repita” (es verdad que él lo formulaba a partir de Auschwitz, pero lo podemos entender como el nuevo imperativo que nace de la experiencia hecha por Europa de que el hombre está definitivamente amenazado por el hombre). Se impone, por tanto, un análisis de la significación teórica de la memoria (que no es lo mismo que historia, que no sólo una actividad psicológica, que no es algo privado, ni un mero gesto moral etc) y un estudio de cómo esa categoría afecta a la política y a la existencia cotidiana.

Esta reflexión tiene como epicentro a Europa. En primer lugar, porque Europa está construída sobre relatos y tradiciones en los que el pasado es determinante. El salto cualitativo que significa la Unión Europea tiene que confrontarse con esas memorias distintas y, con frecuencia, opuestas. No hay que olvidar, en segundo lugar, que muchos de los países europeos han sido imperios colonizadores, lo que lleva consigo la creación de distintas narraciones de una historia común. Sin la memoria de los pueblos colonizados o esclavizados no hay manera de entender la dimensión moral de la Unión Europea que se pretende construir.

Dentro de Europa, el sur ha sido históricamente un lugar de encuentros y desencuentros de las religiones y culturas monoteístas. Entendemos que esa memoria es capital para desentrañar muchos de los conflictos étnicos, políticos o religiosos que vivimos actualmente.

Todo este tratamiento debe servirse de una metodología innovadora, caracterizada, en primer lugar, por la curiosidad intelectual, la capacidad de sorpresa. La novedad y gravedad de los problemas obligan a buscar nuevos caminos y saber dudas de tópicos establecidos. En segundo lugar, la interdisciplinaridad. La complejidad de los problemas la hace imprescindible. Finalmente, contar con sujetos de memorias acalladas por las dominantes europeas.

Partiendo de estos supuestos, el Instituto de Filosofía estaría en condiciones de asumir un programa académica que incluyera, en un primer tramo temporal que habría que definir (trienal?, quinquenal?), las siguientes áreas temáticas:

a) Memoria y Justicia. Dado que las modernas teorías de la justicia (y también del derecho, salvo excepciones) están guiadas por el principio del presente o son atemporales, es decir, son alérgicas al pasado, lo que proponemos es un cambio epocal en el estudio de la justicia. Esta orientación es tanto más importante cuanto que estamos asistiendo a una globalización de la justicia y del derecho pero que sólo afecta al espacio y no al tiempo.
b) Religión y política. Partiendo de la compleja relación entre las tres culturas monoteístas, estudiaríamos la construcción europea desde la secularización, así como la crisis contemporánea de la laicidad.
c) Emigración, cultura y exilio. Estudiaríamos las distintas formas de emigración: desde el exilio político hasta las modernas corrientes migratorias, prestando especial atención a los procesos de transmisión-traducción-transculturalización que generan.
d) Estética y memoria o el arte del olvido y el arte de la memoria. El arte es un lugar privilegiado para el olvido y la memoria; para recuerdos que son olvido y para creaciones que son memoria. Y esto se da tanto en las artes plásticas como en el cine, el teatro o la novela.
e) Obligado es el estudio del lugar de la memoria en la industria cultural moderna (los museos, los premios, las políticas editoriales, los monumentos etc), así como la atención a fenómenos paradójicos, tales como la creciente heterogeneidad cultural junto a fenómenos de uniformización en tiempos de globalización.


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