Europa se beneficia del proceso de mundialización. Ésta ha actuado en favor de sus habitantes durante la segunda mitad del siglo pasado y el rápido cambio de la economía mundial que estamos presenciando actualmente ofrece la perspectiva de nuevos aumentos de los niveles de vida. La recompensa adoptará las mismas formas que en el pasado: precios más bajos para los consumidores y las empresas; mayores volúmenes de comercio internacional; niveles más altos de la productividad y de los salarios reales; una mayor difusión del progreso tecnológico; y una mayor elección de productos. Sin embargo, la UE, que se encuentra íntimamente ligada a la economía mundial, debe afrontar activamente el reto que plantea la mundialización. El debate deberá centrarse en la forma de realizar las oportunidades que permite la mundialización. También deben buscarse políticas bien diseñadas, que combinen flexibilidad y equidad y ayuden a los ciudadanos con las cualificaciones, apoyo e incentivos que necesitan para prosperar en un mundo en constante cambio.
Estas son las principales conclusiones del Informe anual sobre la economía de la UE, que este año trata exclusivamente de las tendencias recientes y repercusiones del proceso de mundialización de la economía.
En palabras de Joaquín Almunia, Comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, «En la nueva división internacional del trabajo que está apareciendo, Europa debe orientarse a sectores de mayor valor añadido. Debemos fomentar nuestra capacidad de crear nuevas actividades y empleos y encontrar nuevas y mejores formas de ayudar a los ciudadanos a adaptarse a un proceso que es beneficioso tanto para el mundo subdesarrollado como para el mundo desarrollado. Con otras palabras, para disfrutar de los beneficios que permite la mundialización, debemos lograr la plena aplicación de la nueva estrategia de Lisboa, que se centra en el empleo y la productividad».
Según una estimación prudente, alrededor de un quinto del aumento de la renta per cápita real registrado en la Unión Europea en los últimos 50 años es el resultado de nuestra integración en la economía mundial. Tenemos el potencial de cosechar beneficios adicionales si reformamos la estructura de nuestras economías, en particular, completando la realización del mercado único europeo. Con la integración de la economía mundial todos ganamos, como demuestran los substanciales progresos realizados en materia de reducción de la pobreza. Una fructífera ronda de Doha podrá reforzar esta dinámica.
Consolidación de la primera posición de la UE en el comercio internacional
De un examen más a fondo realizado en el informe se desprende que gran parte de los temores que suscita la mundialización carecen de fundamento. La UE no sólo ha mantenido su cuota global del mercado mundial, sino que además ha consolidado su posición de primera potencia comercial a nivel mundial. Según cifras recientes de las Naciones Unidas, la cuota de mercado mundial de los países que eran miembros de la UE antes de la ampliación de 2004 es próxima al 16%, siendo substancialmente superior a la de los Estados Unidos (10%). Según los datos disponibles, estos países de la UE invierten principalmente en sus mercados respectivos o en los Estados Unidos. Durante el período 2000-2003, las inversiones extranjeras directas realizadas fuera de la UE representaron menos del 3% del PIB de la UE, destinándose sólo una décima parte de las mismas a los nuevos Estados miembros, China e India. Al parecer, las cifras más recientes confirman estas tendencias.
Esto significa que, aunque la aparición de China en el comercio internacional ha constituido un acontecimiento decisivo, especialmente en sectores de producción de baja tecnología e intensivos en mano de obra, no debe darse una importancia excesiva al impacto global sobre los segmentos de alta tecnología. Las exportaciones crecientes de China de productos de alta tecnología se basan en una importación de prácticamente la totalidad de los componentes de alto valor añadido que se emplean en la producción de estos bienes. También se ha observado una expansión del comercio de servicios, aunque la externalización de servicios comerciales ha venido en gran medida acompañada de un aumento de las exportaciones. La UE tiene un sólido superávit comercial en áreas relacionadas con los servicios, equivalente al 0,5% del PIB en 2003. Así, se estima que el efecto neto global sobre el empleo ha sido insignificante, y a nivel agregado no existen pruebas de que los países con mayor grado de apertura sufran una mayor tasa de desempleo.
Sin embargo, con el fin de realizar los beneficios potenciales de la mundialización, las estructuras de producción deben orientarse a las nuevas áreas que presentan ventajas comparativas. Actualmente, la UE es especialmente competitiva en una serie de sectores de tecnología media o alta, tales como los de automóviles, productos farmacéuticos y maquinaria especializada. De cara al futuro, los responsables políticos deben tener presente que China probablemente mantendrá durante muchos años su ventaja comparativa en productos intensivos en mano de obra y que estas categorías de productos representan una cuota relativamente alta de las exportaciones de la UE. Habida cuenta de estos factores paralelos, es fundamental que la UE no sólo consolide su posición en los sectores de tecnología media o alta, sino que, al mismo tiempo, aborde sus deficiencias en una serie de segmentos de mercado de alta tecnología, principalmente en el segmento de las tecnologías de la información y la comunicación.
En cualquier caso, no todo es positivo. Este proceso de transformación estructural puede afectar a determinados sectores o regiones que se han apoyado en el empleo de una de obra de bajo coste y bajas cualificaciones. Sin embargo, aunque el ajuste puede resultar costoso y difícil a corto o medio plazo, debemos ayudar a los trabajadores a adquirir nuevas cualificaciones que les permitan trabajar en otros empleos, sectores o regiones. Recurrir al proteccionismo intentado proteger a los empleos y a las industrias frente a la competencia internacional sólo llevaría a largo plazo a una reducción de la eficiencia económica, de las rentas y de las oportunidades de empleo.
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