Por David McKenzie
BLANTYRE, Malawi, 19 de septiembre de 2005 - Han pasado cinco días desde que Edna Ngosa, de 76 años, pudo comer como es debido. Se sienta apática delante de su choza, sin fuerzas siquiera para mendigar. Sabe que si no llega ayuda, pocas son las perspectivas de supervivencia.
Edna se ocupa de dos jóvenes huérfanos cuyos padres murieron de SIDA. Sobre ella y otras personas de Malawi se cierne la triple amenaza del VIH/SIDA, la inseguridad alimentaria y las dificultades del gobierno para hacer frente a la situación.
A menudo, cuando obtiene comida, Edna alimenta a los niños y no reserva nada para ella. "No veo más que problemas, porque hay días en que no puedo conseguir ninguna limosna", dice Ngosa. "Durante muchos días no obtengo nada. El resultado será la muerte, y nada más."
Malawi afronta una grave crisis alimentaria: se calcula que de aquí a la siguiente cosecha, en marzo de 2006, entre 4,2 y 4,6 millones de personas se verán expuestas a la escasez de comida.
Las Naciones Unidas han lanzado un llamamiento urgente para pedir ayuda inmediata y a largo plazo para la población de Malawi. Es necesario actuar ahora. "Existe ya una situación muy grave que, a la menor sacudida, se convertirá en una catástrofe", dice Aida Girma, representante de UNICEF en Malawi.
La crisis es sobre todo consecuencia de años de sequías sucesivas. La cosecha de este año produjo un 26% menos de maíz que la del año anterior. Aunque el país tiene uno de los lagos más grandes del continente, los planes de irrigación son limitados; los cambios en el clima y el retraso de la lluvias han diezmado una economía fundamentalmente agraria.
Consecuencias del VIH/SIDA
Sin embargo, lo que hace que la escasez de alimentos que se extiende por todo Malawi y otras partes del sur de África sea todavía más abrumadora es la pandemia del VIH/SIDA. Los cálculos indican que uno de cada tres menores gravemente desnutridos, y dos de cada cinco en los pabellones pediátricos, son seroprositivos.
En Malawi, al haber tantos progenitores que han muerto o están gravemente enfermos, las abuelas se ven a menudo obligadas a retomar el papel de cuidadores principales, velando por los más jóvenes y vulnerables.
Lina Kaliati, de 82 años, es otra abuela que está luchando para mantener a los niños que están a su cuidado. Lina es responsable de seis nietos huérfanos. Sus progenitores murieron de enfermedades relacionadas con el SIDA y a ella le corresponde sustentarlos.
Durante la última cosecha, logró cultivar 25 kg de maíz, lo bastante para alimentar a una familia de cinco personas durante cerca de tres semanas. Pero eso no es bastante. "He podido encontrar muy poca comida", dice Lina, "y es insuficiente para mi hogar''.
Para la mayoría de la gente, comprar maíz en el mercado tampoco es una solución, pues los precios son astronómicos. Desde su sembrado Lina pude ver un mercado maíz gubernamental, abierto para vender grano a precios subvencionados. Está vacío.
Llamamiento de las Naciones Unidas
Los peores tiempos para Malawi llegarán antes de la cosecha de marzo del año próximo. Las Naciones Unidas lanzaron el 30 de agosto un llamamiento urgente para alertar al mundo sobre la gravedad de la crisis alimentaria, y obtener ayuda urgente para el país. El llamamiento pide fondos para afrontar las necesidades inmediatas y contribuir a evitar estos problemas en los años venideros.
En la unidad de alimentación nutritiva del hospital del distrito de Chiradzulo es posible ver cómo una respuesta adecuada puede dar resultados inmediatos. A los menores que necesitan tratamiento se les somete durante 21 días a un programa de alimentación intensiva.
Es fácil distinguir a los niños que llevan allí más tiempo: los recién llegados están enfermos y desesperados, mientras que quienes han pasado por el programa agarran la taza con ambas manos cuando beben la leche terapéutica.
Mediante el suministro de alimentos terapéuticos (entre ellos leche), suplementos, fármacos y otras provisiones vitales, UNICEF se propone dar apoyo cada mes a 3.500 niños gravemente desnutridos.