La realización del Foro Social Mundial (FSM) de Porto Alegre del 2005 ha sido esperada con reservas, teniendo en cuenta las dificultades del Foro del 2003 y las evoluciones políticas locales. Ahora bien, no solamente ha sido un logro, sino que ha dado un salto cualitativo que merece ser interrogado. Por una parte la organización del Foro, completamente remodelada, fue notable. Por otra parte, la exigencia de propuestas (como leitmotiv general), ha encontrado diferentes traducciones en los Muros de Propuestas correspondientes a las once temáticas establecidas, en las innumerables contribuciones formuladas en el marco de más de 2000 talleres, así como en un Manifesto de Porto Alegre, lanzado por diecinueve personalidades. Pero un tercer factor ha jugado un rol decisivo en el logro de este Foro. Este factor es el poder del ritual compartido por la multitud de 200.000 participantes y por sus testigos de todo el mundo — un ritual en el que la escenografía y la ejecución han sido mucho más impresionantes que en los Foros anteriores. Y son, sin duda alguna, el despliege de este ritual, su sofisticación y su amplificación los que quedarán entre las adquisiciones más indiscutibles del FSM n°5.
¿En qué consistió este ritual? Se ha revelado como la disposición sutil, por un lado, de manifestaciones normativas, pero revisitadas (por ejemplo la Marcha de Apertura), y, por otro lado, experimentaciones nuevas, tales como la creación de un "Territorio Social Mundial" (lugar geográficamente delimitado por el evento), dotado de su propio “dinero social”, o la invitación, en el centro de la programación, por parte de los mismos rituales de comunidades indígenas, que han adoptado una importancia singular. Así por ejemplo, el 26 de enero, en el marco de la apertura "los participantes de la Marcha del Foro [han sido] invitados a montar sobre la Escena Mundial del FSM. Al bajar [han podido] depositar piedras, libros o banderitas ˜símbolos de la diversidad del proceso del FSM ˜ sobre la escena como una ofrenda a los pueblos del mundo"... Se ha alimentado, este ritual, del efecto mobilizador de un Lula inaugural que ha vuelto a encontrar su militancia de los años sindicales y del charisma de un Chavez que se ha convertido en semi Dios de la América Latina de las "venas abiertas". Ha sido llevado por personalidades emblemáticas como el ministro-orquesta Gilberto Gil, los Nobeles José Saramago y Adolfo Pérez Esquivel y el homenaje vibrante hecho a... ¡Don Quijote de la Mancha! Ha estado verdaderamente encarnado por esos centenares de talleres multilingües en el seno de los que se han intercambiado con emoción, con convicción: las experiencias locales, las respuestas de campo, los enfoques alternativos.
¿Pero porqué este ritual, su celebración y su difusión, pueden ser considerados como portadores de promesas importantes?
En primer lugar, porque en menos de dos decenios la mayor parte de los proyectos políticos y de los ideales cosmopolíticos se han vuelto desmonetizados, "abandonados con su hambre" (en el sentido propio y figurado) y con una sed inagotable, una sociedad civil que por supuesto no puede aceptar el prisma “gestionario” en el que se ha encerrado la idea de "gobernanza mundial". Porque a aquellos "expertos" que no ven en el FSM que la reiteración de los viejos comportamientos defensivos, tímidos, si no un "repliege comunitarista" con respecto a las mutaciones del mundo, los participantes tienen el derecho de reprocharles que no acampan sobre una crítica estéril, si no que se esfuerzan para conseguir efectivamente los medios para una nueva forma de vivir, intercambiar y compartir. Este proyecto no constituye solamente una "visión utópica" (¡lo que ya sería algo!) si no que prefigura también los posibles contornos de otra (y no exclusiva) manera de gobernar, de experimentarla y discutirla. Ahora bien, para un proyecto así, las conferencias generales calibradas, los coloquios formateados, los otros cenáculos normativos son referencias inoperantes. Efectivamente, conviene en primer lugar cambiar la forma misma de elaboración y de discusión de las propuestas invocadas, antes de promover nuevos "enfoques globales" supuestamente mejores que los que han fallado. Tomando esto en cuenta, hay que recordar el impase de los últimos cuarenta años de enfoques multilaterales sucesivos de "la lucha contra le pobreza" que ni siquiera han logrado producir herramientas de evaluación generalmente aceptadas (un "índice de pobreza" indiscutible...), y no han hecho más que subrayar la profundidad de las contradicciones internas entre los actores nacionales e internacionales involucrados.
Frente a la acumulación de los fracasos mordaces (biodiversidad, desertificación, pandemias, refugiados, vuelta de nacionalismos, terrorismos), no sorprende el hecho de que el año 2005 se convierta en caldero de todos los temas delicados que ya no pueden ser postpuestos: Objetivos del Milenio, ¡tan "cercanos" y tan lejanos!; reformas de la ONU y de la OMC; new deal medio-oriental; puesta en camino efectiva del Protocolo de Kyoto; convención de la UNESCO sobre la diversidad cultural, etc. No nos puede sorprender la voluntad fuertemente expresada por el FSM de forjar nuevos ideales, de prefigurar nuevos métodos de tratamiento de los "asuntos del mundo", enfin, de crear nuevos lugares y ritos de mobilización determinados para hacer mentir a la misma canción de siempre: "Lo hemos intentado todo..."
Es en este contexto que hay que juzgar el balance quincenal del FSM, que no sabriamos limitar a la réplica palabra por palabra o indirecta de un Davos de treintaicinco velas. Mucho más allá, debe ser entendido como una elaboración absolutamente singular, dejando atrás todas las reducciones que se fabrican concerniendola y los mismos diagnósticos por parte de sus promotores. Porque la fuerza del ritual del FSM, consiste también en no (y no poder) ser controlado por una mano externa (de ninguna manera por aquella de su "Comité Ejecutivo", hostil a todo secuestro) lo que le ha procurado un perfil claro y distinguido, una orquestación dogmática, pero también en ser (re)inventado y dinamizado por la diversidad fundadora de sus contribuidores.
Tenemos aqui una Utopía (¿"país imaginario en el que un gobierno ideal reina sobre un pueblo feliz"?) a la cual hay que tomar la medida, tanto para que ella manifieste la disolución de las instancias y palancas de poder normativos, como para que represente y traze un futuro en el cual el sujeto y objeto son, precisamente: el Otro. El Otro, en el sentido de la filosofía, de la psicoanálisis y de la antropología. El Otro, al que no solamente hay que "comprender", si no también aceptar que nunca se le podrá entender completamente (Christoph Wulf). El Otro, cuya "música hay que bailar" (Edgar Montiel). El Otro de los confines, de los exilios, de los márgenes — ignorado, menospreciado, humillado —, y que se intenta encontrar a través de una anamnesis. El otro de la guerra, de la purificación étnica, de la intolerancia religiosa, de la obsesión de la seguridad. El otro del desarrollo enfático, de la abundancia precaria, de la "sociedad de la información"... Enfin, esos "otros mundos posibles", que no son simplemente objeto de un hechizo ritual y expiatorio, si no que ocurren también en y gracias a ese compartir de conocimientos (sin límite a priori) que constituye la espina dorsal del proyecto del FSM.
"Las utopías son como envolturas de bruma bajo las cuales avanzan ideas nuevas y realizables" escribió Raymond Ruyer. A pesar de que la bruma de “Puerto Alegre” haya cedido a un azul mineral del 26 hasta el 31 de enero del 2005, su "Territorio Social Mundial" y los rituales que lo han labrado, corresponden bien a una semejante definición... ¡Regresa Don Quijote!