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Date :  2005-01-29
langue :  Espagnol
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La eficiencia como sentido instantáneo

Borges en el Foro Social Mundial

Source :  Ricardo Viscardi


El texto crítico de François de Bernard con relación al 5° Foro Social Mundial –que se desarrolla en este momento en Porto Alegre- se interroga acerca de la eficiencia de las acciones emprendidas. Por su parte, los organizadores del encuentro subrayan la originalidad de las propuestas de las delegaciones así como una autenticidad social que no podría ser puesta en duda.

La organización no sería sino un único y fantasmático director de orquesta, que sus ejecutantes podrían dejar de lado a impulso de sus propias iniciativas. Esto se parece como una imagen de Epinal al paradigma de los movimientos sociales llevado a una expresión pletórica. Se supondría la felicidad de los teóricos de los años ´70, nostálgicos de los tiempos fuertes del 68 (parisinos, checos, brasileños, etc.) y preocupados por impedir un retorno forzado del totalitarismo del consumismo (supermercado-automóvil- televisor).

Cómo no recordar, respecto de la saturación feliz de un modelo en su propia realidad, la geografía china que Jorge Luis Borges ha imaginado para explicar el éxtasis de lo real. Según Borges, el emperador quiso que sus geógrafos hiciesen un mapa perfecto del territorio. Ellos cumplieron la tarea con tanta eficiencia que terminaron por obtener un mapa que coincidía, en todos los puntos posibles, con el territorio en cuestión. Una vez obtenido este mapa absoluto, deviene absurdo, puesto que la mejor expresión real del territorio es el territorio en sí, cuya realidad supera la de cualquier mapa.

Un ejemplo particular en relación a esta cuestión teórica sobre lo real puede ser aportada por la realización de la misma teoría (de los organizadores del 5° Foro Social Mundial) en un evento preparatorio de éste y que tuvo lugar algunos meses antes. Para preparar cuidadosamente su participación en esta quinta expresión mundialista actualmente en curso, los organizadores del Foro Social Uruguay han aplicado, aunque sobre otro territorio, el mismo criterio territorialista. En primer lugar han reducido, hasta donde fuera posible, la participación intelectual y universitaria, pues esta última podía mediatizar la inmediatez social. Por otra parte, se convocó el encuentro en un barrio obrero de la ciudad de Montevideo, donde la izquierda se apoya en sus bases sindicales y electorales más tradicioneles (el índice de votantes de izquierda en estas circunscripciones ronda el setenta por ciento).

Esta versión uruguaya del realismo social obtuvo los mismos resultados que el mapa absoluto del emperador ¡¡ mejor dejarla de lado, habida cuenta del fracaso de participacion e incluso de asistencia!!
Las figuras evocadas a propósito de la eficiencia interpelada por François de Bernard (la satisfacción de los organizadores de Porto Alegre ante su propia inactividad estratégica o la decepción de los activistas uruguayos por la ausencia de presencia social) ponen de relieve una misma pregunta sin respuesta: ¿puede encontrarse una representación plena de lo social?

Los creadores del concepto “movimientos sociales” –se olvida a menudo que tal término ha sido concebido durante los años sesenta- han puesto en evidencia la insuficiencia del poder de Estado. Esto interpela, por vía de la consecuencia, la cuna antropológica de esta eficiencia, es decir, de la idea misma de representación racional y subjetiva. La propuesta crítica construida por entonces, abría la vía de la realidad del poder a cada quién. Se es el poder en la medida en que uno se reconoce a sí mismo portador de un poder.
Para esta percepción de lo social, el poder no existe sino en la perspectiva del aniquilamiento del poder- como consecuencia de una distribución casuística de poderes singulares.
Esta perspectiva sobre lo social y su poder, articula desde un mismo punto de vista tanto la satisfacción de los responsables de la estructura organizativa del 5° Foro Social Mundial –que el texto de François de Bernard trata irónicamente - como la tentativa de autenticidad territorialista llevada adelante por los organizadores del Foro Social Uruguay 2004 –cuya ironía fue el casi absoluto vacío de la participación-. La pregunta de la eficiencia, en su forma clásica o moderna, no puede vincularse de forma directa a la concepción de “movimientos sociales” –inspiradora de todos los foros sociales del mundo-, pues ella no admite distancia entre la subjetividad sectorial y la realidad social. Es por el contrario, la disolución de esta distancia lo que constituye el punto de partida de su inspiración teórica. Por lo tanto, clásica, moderna, postmoderna o, aún más, altermundialista, no existe eficiencia sino en relación a una realidad que suministra su registro. Ahora bien, lo real-social de los movimientos sociales –concebidos en la corriente anti-totalitaria posterior a la Segunda Guerra Mundial-, supone ante todo una crítica de la racionalidad del Estado moderno, y deviene por su propio basamento crítico, el analogon de los fragmentos del plano hecho añicos que los geógrafos chinos abandonaron sobre un territorio –Borges dixit - en el cual lo real se ilustra por sí mismo.

La distancia puesta a distancia

La crítica en términos de “exigencias verídicas” supone ciertas puebas cuyo conjunto constituye según F. de Bernard, una agenda mundial.
"Ay! Desgraciadamente, la agenda de negocios del mundo para el 2005 y después, sin duda no está todavía preparada a alcanzar los resultados de este largo trabajo de decantación y elaboración. Es más difícil que nunca, y convoca sin plazo a las respuestas convincentes, a las (pro)posiciones sostenibles, al menos acerca de las problemáticas siguientes (¡listado no exhaustivo!): establecimiento de una paz duradera en Medio Oriente; movilización en torno a los objetivos del Milenio (en peligro); reforma de la ONU; reforma del OMC y relanzamiento del ciclo de Doha; procesos de integración regional en curso; amenazas sobre la biodiversidad; cambios climáticos; en fin, adopción por la UNESCO a fines del 2005 de una convención internacional apremiante sobre la preservación y la promoción de la diversidad cultural."

Esta agenda no parece territorializable, ella es mundialista como el lenguaje que, según Lévi-Strauss “no ha podido surgir sino de una única vez”. No existe distancia mensurable en la medida, pues ella supone lo incalculable de una unidad de medida. Lo que actúa a la medida no puede ser objeto de medida, a su vez, sino fuera del sistema actualizado por su acción. El conjunto de las interrogantes mundialistas señaladas por F. de Bernard ha terminado por quedar, quizás, sin medida en común con la subjetividad individualizada de los movimientos sociales.
Esta subjetividad pertenece todavía a un universo en el cual la distancia de la representación podía ser desconocida por un gesto cargado de subjetividad. Esta carga se imponía por su impacto sobre lo propio de una consciencia.

Esta distinción marcada en relación a la diferencia ha sido superada por la inviabilidad de un control de la distancia en términos de sistema. La multiplicidad y la simultaneidad de las acciones emprendidas prescinde de toda permanencia que podría ser asignada a un conjunto formalizable. Esto nos lleva a pensar en términos de posibilidades y de responsabilidades, en la figura vacilante y fantasmática de la emisión a distancia. Esta inteligencia de las tecnologías anuda una relación evanescente y desplazada con cualquier presencia a sí. El otro se encuentra siempre en la ventana televisiva. Por esa razón su figura no se distingue sino en la medida en que se sobre-imprime. La capacidad requerida es la de un registro antes que la de una voluntad actuante.

En los estudios de comunicación se ha impuesto, por su eficacia explicativa antes que por su brillo conceptual, la noción de recepción en tanto que campo de eventos significativos. Lo público ya no es más concebido, en principio, desde una actividad-actuante que se aparta de una anomia pasiva. Lo público deviene sensibilidad reactiva, epidermis del pensamiento. No se asocia más el evento a un escenario establecido por la presencia de un socius –la sociedad-, sino a lo fantasmático de una posibilidad que retorna sempiternamente en su mismidad.
Dos ejemplos pueden presentar esta comprensión de la recepción como las fases opuestas de un mismo proceso.
En primer lugar, la reacción del pueblo español sometido a la manipulación del gobierno al día siguiente de los atentados del 11 de marzo último. La verosimilitud de la explicación contrainformativa, extendida por medios interactivos -direcciones electrónicas y celulares- se ha propagado como un incendio de sabana en la certidumbre de los ciudadanos españoles. Nada menos que los medios masivos de comunicación han sido fulminados por una acción sostenida tan sólo en la sospecha sobre la versión oficial.

Como la contracara de esta situación puede ser leída la última campaña electoral uruguaya en octubre de 2004. El candidato favorito, Tabaré Vázquez, rechazó el debate por los medios masivos de comunicación, en un contexto de denuncias desplegadas acerca de la parcialidad político-idológica de dichos medios de comunicación. En Uruguay, en efecto, son empresas privadas quienes detentan los medios de difusión, cuyos permisos de emisión –radial o televisivo- son atributo del poder político.

Este último había logrado desde largo tiempo atrás hacer pesar una injerencia ideológica y política sobre los medios –acentuada aún más por la lucha contra la guerrilla urbana a finales de los años sesenta-. El desafío asumido por el candidato de la izquierda llegó hasta declarar su desconfiaza con relación al debate público, en momentos en que se encontraba ante un ballotage que ya le había sido desfavorable cinco años antes como consecuencia –se dice- de la complicidad de los medios con sus adversarios.

Ahora bien, el candidato que rechazó los medios y puso en tela de juicio un debate a efectuarse en el campo de la comunicación masiva, ha sido elegido en primera vuelta, con el cincuenta por ciento de los votos. Una mayoría social había condenado una política de medios. La recepción ya no es lo que era, se ha ganado una distancia crítica sin medida en común con una distancia en el sentido de extensión –especialmente la de un sistema de lugares, lo que abarca el carácter social de la representación-.

El proceso de la opinión pública española al día siguiente del 11 de marzo o el de la población uruguaya en octubre último pasado subrayan una misma evolución.
Las cuestiones sociales como –a fortiori- aquellas de carácter mundialista, no obedecen como en el pasado a una distribución económica de lo real-social. Estas cuestiones en adelante mediáticas, suponen una distancia que se instala alternativamente, por el sesgo de la intervención tecnológica.

Por lo tanto, una condición diferente de lo público se desarrolla bajo nuestros ojos, para la cual la asignación territorial, incluso en términos de geografía social, parece caer en la obsolescencia. El Foro Social Mundial que se encuentra ahora sometido a “exigencias verídicas”, es ante todo la relación que se establece entre las poblaciones, sus emergencias, sus urgencias, sus sensibilidades y, sobre todo, una comprensión de la distancia que trasciende en la pantalla a toda distancia representable. La eficiencia posible de las teletecnologías deja atrás lo posible de lo político, hace su camino a la inversa de la positividad social, incluso de aquella anclada al piso territorializado de los movimientos sociales.


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