La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado unas nuevas directrices en las que se subraya la eficacia de los antirretrovirales para prevenir la transmisión del VIH de las madres seropositivas a sus hijos. En las directrices se tienen en cuenta los datos más recientes sobre la seguridad y la eficacia de diversos regímenes, así como el problema que supone la resistencia a algunos fármacos utilizados en la actualidad, en particular la nevirapina.
Las principales recomendaciones de las directrices, publicadas en inglés con el título Antiretroviral Drugs for Treating Pregnant Women and Preventing HIV Infection in Infants, son las siguientes:
Cuando para proteger la salud de una mujer es necesario administrarle antirretrovirales, hay que respetar las directrices de la OMS sobre tratamientos antirretrovirales. La administración de antirretrovirales durante el embarazo, cuando está indicada, mejora sustancialmente la salud de la mujer y reduce el riesgo de transmisión del VIH al niño.
Las embarazadas infectadas por el VIH en las que no está indicado el tratamiento con antirretrovirales, o no tienen acceso a él, deberían recibir antirretrovirales a título profiláctico para prevenir la transmisión del VIH al hijo mediante alguno de los regímenes antirretrovirales de reconocida seguridad y eficacia:
zidovudina a partir de las 28 semanas de embarazo y una dosis única de nevirapina durante el parto; al lactante, una dosis única de nevirapina, y zidovudina durante una semana. Se trata de un régimen muy eficaz, pues se administra zidovudina cuando el embarazo ya está avanzado.
también se recomiendan otros regímenes a base sólo de zidovudina, de un tratamiento breve con zidovudina y lamivudina, o de una dosis única de sólo nevirapina.
Si bien la ampliación del acceso a los programas de prevención de la transmisión de la madre al hijo plantea numerosos problemas y el régimen más sencillo es la administración de una dosis única de nevirapina a la madre y al lactante, en lo posible los programas deberían procurar que se introdujeran algunos de los otros regímenes recomendados. No hay que poner obstáculos a la ampliación de los programas de prevención de la transmisión de la madre al hijo en los que se administra una sola dosis de nevirapina mientras los sistemas de salud introducen las mejoras necesarias para proporcionar regímenes antirretrovirales más complejos.
En las directrices también se aborda el problema de la farmacorresistencia. Desde principios del año 2000 se sabe que los tratamientos breves de prevención de la transmisión de la madre al hijo que no suprimen totalmente el virus pueden propiciar la aparición de farmacorresistencia. Los programas de prevención de esa transmisión y de tratamiento del SIDA se están ampliando velozmente, y los servicios de atención prenatal tienen capacidad para reconocer a las mujeres seropositivas. Puesto que es de prever que en última instancia haya que proporcionar tratamiento a la totalidad de esas mujeres, la posibilidad de que se desarrolle farmacorresistencia es motivo de gran preocupación.
No obstante, a esas reservas acerca de la aparición de resistencia hay que contraponer la simplicidad y las ventajas prácticas de la administración de dosis únicas de nevirapina, en comparación con otras pautas. La profilaxis antirretroviral con administración de dosis únicas de nevirapina a la madre y al lactante sigue siendo una opción práctica cuando no resulta viable proporcionar otros regímenes más eficaces. No hay que menoscabar los progresos de los programas de prevención de la transmisión de la madre al hijo basados en la administración a la madre y al lactante de una sola dosis de nevirapina, u otros tratamientos breves.
Los nuevos datos que se están presentando en la Conferencia Internacional sobre el SIDA de Bangkok quizá permitan elucidar el modo de reducir la resistencia observada poco después del parto, pero antes de formular ninguna recomendación acerca de la aplicación de ese planteamiento para prevenir la transmisión de la madre al hijo es necesario evaluarlos más detenidamente.
La OMS revisará periódicamente los datos en que se fundamentan las directrices, y hará pública una actualización de las recomendaciones siempre sea necesario.